Tamales
Tamales

Chère Karla:

Bueno es recibir los cariciosos rayos del Rey Sol. Y son bien recibidos si sentado en una hamaca, mirando las palmeras que bailan gratis para ti, escuchando el canto de los pájaros, sintiendo el viento fresco, y si al lado está Margarita, mi amiga escritora que, dicho sea de paso, del amor sabe una misa, y que como lo sabes, Karla, debido a mi condición de caballero antiguo, no te la puedo describir, bueno, te la puedes imaginar y hacer un trazo mental de ella… Además, sí, la vida es bella, y hay que saberla vivir plenamente, por eso me deleitaba con un coco con ginebra, y yo no pensaba en nada de lo horrible que en el mundo pasa, sino pensaba en la comida que viene. Comer es el rito que nunca debemos perder. Comer es elevarse a la altura de las flores, y dicho esto la debo seleccionar muy bien para tener contenta a mi escritora amiga, que me sonríe, me toma de las manos me manda besos y… Y mientras recibo el calor del sol, mientras Margarita me exhibe su cuerpo propio de una musa viviente, mientras tomo el delicioso jugo del coco ancestral, mientras recibo en la cara el otro beso, el del viento fresco, pienso en los platillos que la gente de estos lares acostumbra llevar a su mesa, la mesa diaria de esta calurosa y bella Tuxtla Gutiérrez, del estado de Chiapas. Y por fin me hice la lista mental de lo que en unas horas más comeríamos Margarita y yo. A ver qué te parece mi elección chère Karla (yo había ya platicado largamente con mi amigo el chef del hotel en el que nos hospedábamos y él, que se había especializado en la comida tradicional de dos estados del sureste mexicano Tabasco y Tuxtla Gutiérrez, me había ya aleccionado).

En la mesa estaría una jarra de agua fresca de Matalí (planta herbácea, de cuyas hojas se elabora esa bebida) y otra jarra con Pochotl (así la llamaban los Maya-Chontales, pero después, los conquistadores por facilidad fonética lo bautizaron como Pozol (a base de cacao y maíz). Debo aclarar que Margarita es una glotona, pero como dije arriba su cuerpo lo mantiene fresco y bello por las caminatas y el ejercicio diario y le encanta aventurarse en los sabores de las cocinas tradicionales. Sigo: Como entrada desfilarán unas Bolitas de Trigo: carne de res molida, cebolla, ajo, trigo; además unas Tortillas de plátano, plátanos verdes, aceite, sal, y para que las entradas parezcan de un gran final, Tamales de chipilín (cerdo, masa, manteca, hojas de chipilín, hojas de La Chaya -arbusto originario de Tabasco-, manteca, sal y algo de agua, se sirven con una salsa de jitomate).

Y luego, como segundo plato yo había sugerido pescado o marisco. Una amiga chef, María CocoAmparo Trujillo, en una charla me dio su receta del siguiente platillo: calabacitas con camarón: camarón seco pelado, jitomates, calabazas tiernas, cebolla, masa, ajo, chile dulce, orégano, cilantro, perejil, achiote, manteca, sal. Pero como Margarita y yo somos glotones –bueno es decir que el amor cansa-, agregué otro platillo típico de esta región, minilla de pejelagarto: pejelagarto, cebolla, ajo, jitomate, sal, chile, laurel, epazote, orégano, aceite de oliva. Y claro, como todo fin de fiesta, como todo banquete que se precie de serlo: el postre. El postre que provoca a los espíritus más tenaces: arroz a las tres leches. Éste se compone de arroz, agua, leche condensada, leche evaporada, leche, canela, vainilla. Y ¿por qué no? Otro postre más que adorne la mesa, y llene nuestras almas de dicha, dulce de coco: coco rallado, leche, azúcar, canela.

Margarita y yo, cuando llegó el momento, disfrutamos el rito del buen comer, disfrutamos de la charla que sobre los mayas y el libro sagrado del Popol Vuh le hacen a uno adentrarse en el mundo mágico y real, a la vez, de esta cultura. Nos tomamos luego de la mano, caminamos por los jardines del hotel, el sol no agredía con sus rayos, al contrario, bañaba con docilidad bondadosa nuestros cuerpos. Cuando la tarde caía y aparecía a lo lejos la luna, y todavía con el recuerdo de aquél banquete, mi amiga y yo, al ver la hamaca que nos hacía señas lúdicas, nos fuimos hacia ella, la tomamos, nos fundimos con ella… Ah, Karla, qué delicia es el movimiento de las hamacas… Pero sobre todo, lo mejor, como arriba digo es El Rito del buen comer.

Carlos Bracho

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