Chère Karla:
¿Qué más podemos decir acerca de esta dádiva de la naturaleza y que con las manos sabias de hombres y de mujeres del campo y de la ciudad, nos han llenado la vida de momentos más que agradables, de ese hijo de las vides del mundo, EL VINO? Sí, el vino ha acompañado a todo ser viviente desde muchos, muchos años atrás. El hombre primitivo ya lo había descubierto y formaba parte de su comida. En las fiestas o en las celebraciones de la siembra, de la cosecha, de la vendimia, de las celebraciones populares para conmemorar a un dios determinado, para brindar por los triunfos y victorias obtenidas en las guerras, el vino estaba en las copas, lucía pleno en las mesas, en los toneles, para que el pueblo, con los guerreros, con los generales, brindara por ello.
Hoy en día, sigue esa tradición, por ejemplo, con la champaña, en un baño colectivo, los pilotos de los automóviles de carrera celebran la victoria de su bólido. En las fiestas de los Santos patronos de infinidad de comunidades, después del rito religioso, después de rezarle al Patrón, las copas se alzan, plenas de vino, y el regocijo cunde en todos los festejantes.
En las reuniones familiares, para celebrar el santo de la madre, o del padre, o de los hijos, la comida será acompañada por el agua preferida de los pequeños, pero para culminar la fiesta, el vino hace su presencia y los adultos, al tomarlo, estarán un poco más alegres, alegría que será contagiosa y la progenitora homenajeada, verá con placer cómo sus descendientes brindan por ella, por su salud, por su bienestar. Y cuando un empresario y sus empleados, al haber tenido las más altas ventas logradas en el año, brindarán por ese gran acontecimiento y lo harán levantando las copas que estarán llenas del vino espumoso y rico.
Y se puede dar el caso, y suele suceder a menudo, de que un hombre esté en el rincón de una cantina, oyendo una canción que ha pedido, porque una dama le ha negado sus besos, porque una fémina lo “cortó” para siempre, entonces el vino correrá a raudales para borrar, olvidar tan cruel detalle. Sí, aquí cabe bien aquello de que: “para todo mal, mezcal, para todo bien, también”.
Francia, España, Italia, son famosos lugares por sus vinos que llegan a todas las cuatro partes del mundo. Pero hoy, una gran mayoría de los países, son viticultores cuyos vinos están en las tiendas y cavas personales de también innumerables ciudades de este globo terráqueo.
Usted, amiga, a la que el vino lo tiene siempre a la mano para celebrar el cumpleaños, el santo, de sus seres queridos, ¿qué vino prefiere? ¿cuál es su marca preferida? Y usted, caballero, al que el vino le rinde culto ofreciéndolo a sus amigos para brindar porque sigan los éxitos de su equipo de Rugby preferido, ¿cuál de los vinos de su cava es el que descorcha para brindar?
Yo, chère Karla, en mi pequeña cava, tengo vinos nacionales, vinos de Argentina, de Chile, de España y de Francia. Y cuando celebro cien representaciones de una obra de teatro, brindo con los actores y como varias actrices me han dicho que yo lleve unas botellas de vino hecho en México, pues lo hago, y el brindis nos eleva, nos hace ser mejores y el deseo de todos es el de seguir hacia delante.
Hay veces cuando estoy en el campo, viendo los árboles que se mecen, observando las mariposas que beben la miel de las flores; fijándome, extasiado, en que los colibríes llegan como dardos flamígeros a posarse en las azucenas, al ver ese prodigio, tomo un trago de mi vino preferido (hay veces que es de Italia, otros días es el francés, o el mexicano, y otro momento el vino español lucirá en la copa) y mi habano despedirá humos que formarán figuras femeninas. O sea que el vino es para vivir la vida, para admirar los campos, para sonreír con los lagos, para seguir el rumbo de las nubes.
Bueno, parece que no viene al caso, chère Karla, pero un amigo decía: “El que no toma vino, no es divino”. Con estos breves comentarios le hago un pequeño homenaje al VINO. ¡Salud!
Chao, Karla.
