Chère Karla:
Bueno, ahora ya estamos en nuestra revista en la era moderna: sí, ya vamos a salir en el mundo digital. Así que aquí este pasaje está dedicado a todas las internautas y a todos los aficionados a este medio, y claro, a todas las que amen la cocina, la gastronomía y todo lo que hay alrededor de estos mundos maravillosos.
Bien: la otra vez te platiqué, Karla, de la DELICIA DEL QUESO. Sí, en todos los países se ama y se come este producto lácteo. Y por eso decir que es una de las maravillas del mundo de la cocina es decir una verdad. El queso está presente en la vida diaria de todos los habitantes de este planeta. Y para fortuna de nuestros paladares hay una gran variedad de quesos. Y es bueno recordar que esta delicia nació porque nuestros antepasados querían conservar excedentes de la leche que recién habían ordeñado. Y notaron que la leche guardada sufría transformaciones sustanciales, y dijeron que algo había que hacer con aquello que bullía en sus peroles. Y hallaron la forma de hacer quesos, que sabemos que se hace cuajando la leche y eliminando el agua posible. Las mesas de duques, de reyes, de gente del campo se deleitaron con el resultado mágico. Muchos historiadores, Karla, dicen que el queso comenzó su vida hace más de 5 mil años y los pobladores de Asia y Oriente cercano descubrieron que la leche cuajada a la que le habían quitado el suero y agregado algo de sal, se convertía en el rico y nutritivo queso. Y un descubrimiento total, que vino a facilitar el proceso, fue el agregar un trozo de estómago del ganado (Cuajo). Al paso de los años aquellos habitantes lejanos tenían ya la fórmula primitiva para elaborar quesos. Estas experiencias pasaron luego a Europa. Allí la gente vio que se podía usar la leche de cabra, de oveja, de vaca y de otros animales de corral. Y también, al pasar los años, asiáticos y europeos supieron que se podían hacer variantes en la textura, en el sabor y en la consistencia de los quesos. El día de hoy, en el mundo se conocen infinidad de tipos de quesos. De manera tal que cada región del planeta fue creando sus propias técnicas para el arte de producir quesos. Sí, ahora en las tiendas especializadas, en los mercados hay quesos blandos y quesos duros.
Y bueno, Karla, estando en Francia, mi amiga Simone y en su departamento que mira al Bois de
Boulogne, gozamos de lo lindo escuchando a Gilbert Becaud, y en la mesa había una variedad de quesos, Roquefort, Comté, Maroilles, Camembert, Brie, Munster y otros de igual prosapia, la baguette estaba caliente y crujiente, y el tinto era un Mouton Cadet… (debo decirte que Simone y yo ya habíamos brindado varias veces con este vino, de manera que ahora ella y yo estábamos listos para… No pienses mal, listos para el banquete, aunque debo decir que lo que nos había provocado el “hambre” fue que jugamos a descubrir las delicias que provocan las caricias y de investigar el mundo de los abrazos y descubrir los juegos que Eros y Venus nos habían enseñado, de modo que nuestros cuerpos estaban satisfechos, llenos de vida, dispuestos a seguir viviendo una vida plena en donde el amor floreciera en todo su esplendor. Sí, hicimos realidad lo que los griegos decían CUERPO SANO EN MENTE SANA. Yo desde todos los rincones de la tierra recordaré esa tarde y esa noche plena con mi amiga Simone.) Sí, los días completos, las noches totales se consiguen teniendo la presencia del ser amado y claro, evidentemente, gozando de los platillos y de los postres y del café y de los puros Habanos y del vino que harán el complemento ideal. Sí, Karla, que cantidad de quesos comimos esa noche de hace cuatro meses. Y ahora mismo voy a su departamento a repetir el rito fantástico del queso, del pan y del vino, y claro del amor. Me detuve en un Monoprix y una vinatería. Voy cargado de quesos de varias regiones de Francia, de unos pomeroles y unas baguettes recién salidas del horno. Y Simone me espera con ansia. ¡Viva la vida! ¡Viva el queso! ¡Viva el vino!
CARLOS BRACHO
