Entre el azul inmenso del Pacífico y la textura áspera de la arena oaxaqueña, ONTO House se levanta como una pausa. Una villa privada que parece flotar entre el cielo y el mar, abrazando la naturaleza sin imponerse, dialogando con la brisa y el silencio. Llegar a ella es desprenderse del tiempo: todo se vuelve lento, medido por las olas, por la luz que se filtra en los muros de concreto y madera.
El proyecto, concebido con una sensibilidad arquitectónica que privilegia la armonía por encima del artificio, celebra la pureza de las formas. Cada línea está pensada para desaparecer en el paisaje, cada textura parece recordar su origen. El resultado es un espacio que respira —que invita a respirar—, donde el lujo se mide en serenidad.

Las siete habitaciones son refugios íntimos, diseñados para descansar y contemplar. Las dos suites principales, abiertas hacia el horizonte, parecen suspenderse sobre el mar. Las demás, con camas dobles y luz tamizada, acogen el sueño con la calidez de un lugar que entiende el silencio como un lenguaje. Al amanecer, la claridad entra con suavidad; por la noche, el sonido del mar se convierte en arrullo.


En el corazón del lugar, el Beach Club se despliega como un escenario natural: piscina, jacuzzi, fuego, agua y cielo. Todo vibra al ritmo del atardecer. El fuego crepita mientras las estrellas se encienden una a una, y las conversaciones fluyen como las olas, lentas, sinceras, sin prisa.

La experiencia culinaria es otro de los lenguajes de ONTO House. Un chef privado transforma ingredientes locales en platos que narran la esencia de la costa oaxaqueña. Pescados recién salidos del mar, frutas bañadas de sol, especias que evocan la tierra: cada comida se vuelve un acto de comunión con el entorno. Los aromas se confunden con la sal del aire y las risas se mezclan con el sonido del viento.

Caminar por la playa privada al amanecer es una ceremonia en sí misma. La arena húmeda bajo los pies, el vuelo de los pájaros, la inmensidad del océano. Todo parece recién nacido. En ese instante, uno comprende que el verdadero lujo está en mirar sin distracciones, en sentir el aire sin pensar, en dejar que la mente se aquiete como el agua al caer la tarde.
El diseño, obra de CRB, encarna una belleza esencial. Madera cálida, líneas puras que enmarcan el paisaje sin robarle protagonismo. No hay exceso, sólo equilibrio: espacios abiertos que respiran, materiales que envejecen con gracia, luz que se mueve libremente. Es una arquitectura que habita la naturaleza sin romperla, que invita a estar, a observar, a fluir.
Puerto Escondido es el complemento perfecto. Su energía es salvaje y magnética; su ritmo, impredecible y libre. Entre surfistas, mercados y cielos infinitos, ONTO House se alza como un refugio que traduce esa intensidad en calma. Aquí, cada día es distinto, cada noche deja una huella. Un lugar donde el mar dicta el tiempo, el viento escribe los pensamientos y la arquitectura se convierte en un poema hecho espacio.

