–La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
–¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza.
–Aquellos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
–Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
¿Quién no conoce esta sección de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote De La Mancha”?. Es sin duda una frase que he vivido en carne propia, en un reciente viaje a la región de La Mancha para conocer su propuesta vinícola, me he enfrentado a muchos gigantes que me han dejado perplejo al enfrentarme a muchos conflictos mal entendidos respecto a la idea que tenía de esta gran zona.
Enfrentarse al primer gigante fue sin duda, el entender que esta región es quizá la mayor productora de vino del mundo, y descubrir que, producir estos caldos, es una gran responsabilidad para demostrar que no importa lo grande que seas, sino lo bien que haces tu trabajo. En este punto, tuve la oportunidad de ser testigo en todos los sentidos, de la calidad de los productos elaborados en esta región, su propuesta tiene como punto neural el ofrecer millones de litros con la mejor calidad posible, ya sea ayudados de la tecnología o del propio conocimiento que de generación en generación se va pasando.
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Hablando de empresas productoras, me encontré con otro “Gran Gigante” al visitar bodegas que tienen la capacidad de recibir mas de 7 millones de kilos de uva diariamente, algo que me dejo con la boca abierta, pues en otras regiones importantes que he tenido la oportunidad de visitar, esa es la misma capacidad que tienen, pero anualmente. Los tractocamiones que recolectan la uva y la llevan a las bodegas son participantes de esta danza espectacularmente bien calibrada y sistematizada. A su llegada a la zona de recepción, su carga es evaluada mediante robots que califican la calidad de la uva y los dirigen a la zona de desembarque que les corresponde de acuerdo con esa calificación. De ahí, todo está tecnológicamente sincronizado, cada paso, cada etapa es vigilada para cumplir el objetivo: la calidad en el producto final.
Y qué decir de la materia prima, otro gran gigante, son las miles de hectáreas de viñedos, 150,000 para ser más exactos, de las cuales casi 100,000 son dedicadas a la uva airén y tempranillo. Recorrer sus caminos y enfrentarse a un terreno casi plano compuesto por suelos arcillosos calizos y ferrosos por kilómetros y kilómetros, dirigir la mirada hacia el norte, hacia el sur, hacia el este y el oeste y no ver nada más que viñas sembradas deja con un gran suspiro al que lo vive. Pero más impactante es ver que la mayoría de esas viñas, son sembradas bajo una conducción en vaso, algo doblemente difícil de creer, pues este tipo de cultivo obliga al viticultor a vendimiar a mano, ¿más de 100,000 hectáreas recolectadas a mano?, se dice fácil, pero es un gran, gran esfuerzo.
El último gran gigante que descubrí, por supuesto son sus vinos, que a pesar de que provienen de una producción de millones de litros, guardan en su esencia la identidad manchega, una identidad que habla de calidad y personalidad propia.
Así como los molinos impresionaron a don Quijote, los vinos manchegos son dignos gigantes que pueden impresionar a cualquiera que los pruebe, desde los jóvenes sin crianza, hasta los más mimados por las barricas que los guardan durante meses incluso años.
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