En la mesa varios platillos nos guiñaban sus ojos comestibles, y todo este banquete servido —por tratarse todavía de los 200 y los 100 de nuestras revoluciones— en cazuelas, platos, ollitas, jarras de barro y cucharas de palo y molcajete al centro: carnitas de ternera, caldillo de jitomate, chile de árbol, quesadillas estilo 46 Oaxaca, pollo en mole negro, ensalada de arúgula, nopalitos, quelites, aceite de oliva, taquitos de canasta de papa y queso añejo, sopa de frijol negro, jamón de bellota, epazote, mole con filete de res, y de postres, bailando orondos, café, plátano macho, budín azteca con pato, puré de camote con guayaba, limón, sal, borrachitos de rompope y helado de manzana, y claro, mezcal, para no desentonar con lo mexica; todos estos manjares fueron preparados en nuestra mesa del restaurante Paxia por el chef Daniel Ovadía.

Y el maestro Leonardo Nierman, cuyas obras están en los grandes museos del mundo y en jardines de aquí y de allá, dándonos con ello paz, amor, belleza, aliento sideral y cantos de violines todopoderosos, me daba, entre sorbo, entre cucharada y cucharada, entre deleite y suspiros lúdicos, una lección de arte contemporáneo. De su honda memoria salieron los nombres de Picasso, Modigliani, Rivera, Orozco, Tamayo, Bacon, Botero, Felguérez, Cuevas, Gerzo, Giacometti, Vasarely, Léger, Magritte, Henry Moore, Miró, y muchos grandes creadores que a lo largo del pasado siglo y lo que corre del presente, han llenado de alegría o de tristeza o de ensueño o de suspenso a millones de hombres y de mujeres que al ver las obras lanzan a los cuatro vientos un ¡Ah! profundo, un ¡Ah! que sale del alma misma.

Mientras el maestro Nierman me daba estas lecciones de arte, mientras me explicaba la técnica, la paleta, los colores y lo que estaba encerrado en cada pintura o escultura, yo, ni tardo ni perezoso, probaba los nopalitos, me deleitaba con puré de camote, comía los taquitos de ternera y los salpicaba con el chile de árbol y claro, me iba hasta el mismo cielo cuando por mi boca bullía el trago de mezcal lujurioso. La charla continuó cuando Leonardo dijo que Diderot había dicho de los pintores y de las obras de arte en general, que “Primero deben de conmoverme, sorprenderme, hacer temblar mi corazón, quizá hacerme llorar, y sacudir todo mi cuerpo” y claro, después se puede explicar técnicamente una creación. Nierman es muy ocurrente y su plática siempre está acompañada de dichos, frases cañón, refranes y citas jocosas que hacen que la comida, que el arte de la gastronomía sea algo inolvidable. Claro que a mí todos los nombres citados por el maestro me causan un gran impacto pues los conozco ampliamente —no tanto como Nierman—.

Es que los CONTEMPORÁNEOS, aparte de tenerlos muy cerca en el tiempo y en el espacio, nos hablan en un lenguaje que nos es propio, nos hablan de todo lo que nos hace ver a este mundo como lo que es; un gran conglomerado de civilizaciones y de vidas tan distintas como ser ruso, o yanqui o mexicano o inglés o francés o italiano. Ellos los Contemporáneos —pintores, escultores, escritores, músicos—, con su creaciones nos acercan tanto al sueño profundo o a la realidad tosca y humana o nos llevan de la mano hacia alturas o bajuras de la tierra y de la luna y de las estrellas y con sus pinceladas de color nos ponen en el balcón desde donde vemos de cerca las auroras boreales. Así que cuando el maestro Leonardo Nierman terminaba su amplia y profunda explicación artística, yo casi había dejado los platos vacíos —aclaro que, aunque eran bastantes los bastimentos, las cantidades no lo eran—. Total. Nierman y yo levantamos nuestros jarritos de barro llenos de mezcal y lanzamos una ¡Hurra! Y un ¡Viva! Por la gastronomía hermanable y por los creadores CONTEMPORÁNEOS. Sí, Salud. Y felicidades mil.

ESCRITO POR Carlos Bracho cbracho@saborearte.com.mx

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