Entre la espesura de la selva tropical y las aguas turquesas del Caribe mexicano, Maroma, A Belmond Hotel, se despliega con elegancia serena sobre una franja de playa blanca. Ubicado a medio camino entre Cancún y Tulum, este santuario restaurado honra sus raíces y redefine el lujo en clave mexicana, con una estética que abraza la tierra y respira al ritmo del mar.

Tras una cuidadosa renovación, el hotel reabrió sus puertas con una propuesta que exalta la artesanía, la arquitectura tradicional y la conexión espiritual con el entorno. Cada espacio ha sido concebido como un refugio íntimo. La paleta de colores –ocre, arena, índigo, jade– refleja el paisaje circundante. Las paredes encaladas, los techos de palma y los suelos de piedra volcánica conviven con tejidos bordados a mano, lámparas de cobre martillado y piezas cerámicas de Oaxaca y Tonalá.
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La propuesta culinaria celebra la riqueza de la península. En Casa Mayor, el restaurante principal, los ingredientes yucatecos protagonizan una cocina creativa y refinada. Pescados del día preparados con recados ancestrales, tortillas hechas al momento con maíces criollos, moles espesos de cacao y especias. Por la noche, Woodend ofrece una experiencia más relajada, con carnes asadas sobre leña, ceviches cítricos y vegetales de la milpa.

La mixología se inspira en la botánica local. En el bar Bambuco, los cócteles se preparan con destilados artesanales mexicanos, infusiones de vainilla silvestre, miel melipona, frutas tropicales y hierbas cultivadas en el huerto del hotel. Cada bebida cuenta una historia. Cada sorbo despierta una memoria.

El Maroma Spa by Guerlain ocupa un espacio apartado entre la selva y el mar. Aquí, los tratamientos incorporan técnicas mayas, aceites esenciales autóctonos y la maestría de la maison francesa. Se ofrecen rituales de purificación con copal y cuarzos, masajes con piedras calientes, envolventes de miel y cacao. El temazcal, construido según tradiciones ancestrales, se convierte en experiencia transformadora. Al salir, el cuerpo se siente liviano. La mente también.

Maroma ofrece experiencias que nacen del respeto profundo por la tierra: clases de cocina regional, ceremonias de cacao al amanecer, caminatas por senderos de la reserva natural, visitas a cenotes escondidos. Los huéspedes pueden explorar las ruinas de Cobá, navegar por la biosfera de Sian Ka’an, aprender sobre la apicultura maya o simplemente rendirse al vaivén de una hamaca frente al mar.
Belmond ha logrado preservar la esencia de Maroma: un equilibrio entre lujo y autenticidad, naturaleza y diseño, tradición y sofisticación. El servicio se percibe antes de pedirse. Cada estancia se personaliza con discreción. La experiencia no busca impresionar, sino tocar.
Hospedarse en Maroma es regresar a un estado más simple. Donde los días transcurren con suavidad, los sabores despiertan el alma y el Caribe susurra al oído como un antiguo canto. Es un viaje hacia el origen. Una celebración de lo sagrado en lo cotidiano.
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