En México es común encontrarse en los pasillos de los mercados o tianguis, algún local que venda variedad de golosinas típicas de los distintos estados de la República, estos ricos bocados guardan historia de gran valor para nuestra gastronomía, identidad clara del mestizaje que tuvo lugar a través de la conquista y que se desenvolvió durante la época colonial.

La introducción del dulce en los humanos se da por la necesidad de brindar buenas dosis de energía en unos ricos y escasos bocados. Con el paso del tiempo y el antojo de muchos, se fueron desarrollando nuevas técnicas y formas para satisfacer a todo tipo de paladares; gracias a la extensión de recursos y por ende, la variedad de productos que se existían en la Nueva España, se conjugaron como elementos perfectos para que los antiguos viajeros y mercaderes hicieran uso de variedad de golosinas típicas en sus recorridos.

Algunos de gran relevancia

Antes de la conquista, las alegrías o “tzoalli”, eran utilizadas para rituales: se trataba de figuras de amaranto con forma de dioses que eran utilizadas en las ceremonias aztecas, moldeándolas con la sangre de la persona recién ofrecida –principalmente a la deidad de la fertilidad–, y se endulzaban con miel de maguey o abeja. Ante tales escenas, durante la Conquista y Colonia fue estrictamente prohibido el cultivo de amaranto y mucho menos, la elaboración de las figuras de las deidades prehispánicas, sentenciando un doloroso castigo a aquel que se atreviera a sembrar este cultivo.

La presentación de la alegría como la conocemos hoy en día, es gracias a la mezcla de ingredientes como el piloncillo o azúcar que sustituyen a la miel de maguey o aguamiel, añadiendo uvas pasas, en ocasiones nueces, pepitas y cacahuates que dan como resultado una mezcla de ingredientes que marcan total mestizaje de culturas. Muchos de estos sabrosos dulces fueron originados y mezclados en los primeros conventos de México, uniendo técnicas y conocimientos incluso de origen árabe, gracias a la fuerte influencia que dominaba en las cocinas españolas.

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La inclusión de la canela, harina de trigo, almendras, semillas, frutas y demás, provenientes de Europa y Asia, hicieron perfecta combinación para que las mujeres indígenas y monjas europeas, dieran inicio a una nueva gama de sabores y colores que solo ellas dominaban. Bajo técnicas conventuales estos personajes, dieron origen a ricos dulces como las obleas de harina con pepitas de calabaza, cacahuates garapiñados con ajonjolí tostado, macarrones de leche, cajeta de Celaya, chongos zamoranos a base de cuajo, muéganos bañados en miel saborizada con limón y un sinfín de delicias golosas.

Secreto de conventos

Actualmente se pueden disfrutar de estos ricos dulces al pasear por un domingo en las calles de las plazas de las principales ciudades, concentrándose sobretodo a las afueras de las iglesias, ya que es gracias a las instituciones eclesiásticas donde estas tradicionales golosinas te trasladan a esa epoca colonial.

Aparte de los deliciosos bocadillos como los antes mencionados, además de una repostería y confitería muy variada, se ofrecen polvorones de naranja, dulces de mostachón, chocolates, glorias de leche quemada, camotes enmielados, jamoncillo, tarugos de tamarindo, borrachitos, palomitas acarameladas, frutas caramelizadas, mazapanes de cacahuate… en fin, la lista es muy larga, deleitando los antojos de los paladares de muchos mexicanos, además, fuera de nuestro país, la dulcería típica es uno de los productos que más curiosidad por probar despierta en los paladares extranjeros. 

Su adaptación

Desde un ate de membrillo acompañado de queso manchego, hasta un picoso tamarindo o mango enchilado, no se puede negar consentir al antojo en el momento que se ofrecen estos dulces manjares. Cabe mencionar que los principales estados que crearon estos dulces fue donde se conglomeraron las principales órdenes eclesiásticas, cada una guardando valiosos secretos de cocina que aún persisten en nuestra cultura gastronómica.

Muchos de estos dulces se popularizaron en las fiestas litúrgicas y patronales, además de que, aunadas a la antigua cultura mexica, se mezclaron para celebrar, ofrendando en los altares de populares como el de el día de muertos, resultando en deliciosas calaveritas de azúcar o chocolate o alguna pieza preferida de la panadería mexicana; o por ejemplo, en el día de la Candelaria, se ofrecen los mejores tamales, incluyendo los dulces. Siempre habrá lugar, sin importar la celebración, para llegar con una canasta de dulces típicos mexicanos y endulzarnos el paladar y el corazón.

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