Heredero de un apellido que se remonta varias centurias atrás y de una

familia que empezó a elaborar vino desde 1385, el marqués Piero
Antinori ha dado lustre a esos blasones con sus caldos de alta gama de
la región de Chianti Classico.
Su padre, Nicolás, ya había dado de qué hablar, cuando en 1924 creó un
chianti con variedades de uva de Burdeos y se mantuvo experimentando
en los siguientes años con nuevas mezclas, tipos de barril, control de
temperatura y envejecimiento en botella. Piero, al retirarse su padre
del negocio en 1966, continuó esa veta innovadora: desarrolló
investigaciones sobre cosecha temprana de variedades para
vinos blancos, experimentó con depósitos de acero inoxidable, o
sobre fermentación maloláctica en diferentes vinos tintos. Sin embargo,
su gran aporte al mundo vitivinícola inició en 1971 cuando lanzó
al mercado su vino Tignanello, uno de los primeros súper
toscanos que incorporaban las cepas francesas cabernet sauvignon
y cabernet franc, como lo había intentado su padre en la década de los
20 del siglo pasado.
Después, en los años 80 y 90 vino la época de expansión y Piero Antinori
adquirió la bodega Atlas Peak en California, además de comprar viñedos
en el Piamonte y también en Hungría.
Para este hombre, unos de los padres de los súper toscanos: “la
tradición y el pasado son el orgullo del vino italiano pero
no deben impedir la búsqueda de innovaciones que traigan
mejoras”.

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