Luigi Bosca a Rosé is a Rosé is a Rosé
Luigi Bosca a Rosé is a Rosé is a Rosé

Cuando hablamos de primavera y verano en términos enológicos, solemos referirnos al estilo de vinos que como sommeliers, asesores de nuestros consumidores recomendamos y que, normalmente, estarán enfocados al consumo de vinos blancos, espumosos y rosados. Hoy nos ocuparemos de los incomprendidos a lo largo de la historia, es decir, los rosados. A éstos se les ha despreciado por diversas razones: por ser baratos (cuando en realidad es que son vinos accesibles), por ser vinos de temporada, de verano y playa, de mezclar con gaseosa o añadirle cubitos.

Durante el siglo XIX, proliferó el consumo de un tipo de vinos que tomaban el nombre de claretes, una mezcla de vino blanco y tinto. Hoy en día, la normativa europea sobre vinos prohíbe esta clasificación y los vinos rosados proceden de la vinificación de uvas tintas, ya que rosadas hay muy pocas. El vino rosado es fundamentalmente un vino tinto con una maceración reducida. Hay tres formas de producir vino rosado: por contacto con los hollejos, por sangrado y por mezcla.

En el primer caso, consiste en aplastar las uvas de hollejo tinto, permitiendo que el mosto quede en contacto por un corto periodo. Se prensan y se descartan los hollejos durante toda la fermentación.

El rosado por sangrado, es un subproducto de la fermentación del vino tinto que emplea la técnica conocida como sangrado. El zumo rosa que se sangre, puede fermentarse separadamente para producir vino rosado. El rosado por mezcla de vino tinto y blanco es infrecuente. Este método se desaconseja en la mayoría de las regiones viticultoras, a excepción de la Champana, e incluso en ella varios productores de alta calidad no lo emplean, prefiriendo el sangrado.

Tras la Segunda Guerra Mundial se pusieron de moda los rosados ligeramente dulces para el consumo de masas, siendo ejemplos clásicos el Mateus Rosé y los blush estadounidenses de los años 1970. A principios de esa década, la demanda de vino blanco excedía la producción de uva blanca, por lo que muchos productores de California elaboraban vino “blanco” con uva tinta, empleando un tipo de sangrado con mínimo contacto de los hollejos, considerándose mejor cuanto más blanco.

En 1976, el escritor de vinos Jerry D. Mead visitó los Vinedos Mill Creek en el condado de Sonoma, California. Charlie Kreck había sido uno de los primeros en plantar vides cabernet sauvignon en California, y ofreció a Mead un vino hecho de Cabernet que era rosa claro y aún no tenía nombre. Mead bromeó sugiriendo el nombre Cabernet Blush (“Cabernet ruborizado”). En 1978, Kreck registró la marca “Blush”. El nombre blush suele restringirse a vinos vendidos en Norteamérica, aunque a veces se usa en Australia y para vinos de uva Primitivo (italianos), que pretenden rentabilizar el recientemente descubierto vínculo genético entre la Primitivo y la Zinfandel.

Así pues, considerando en términos generales, sin detenernos a puntualizar en el tema del calentamiento global y el cambio climático que está generándose, que las estaciones de primavera y verano suelen ser cálidas, son ideales para acompañar nuestros alimentos y nuestros mejores momentos con un vino, cuyo servicio fluctúe entre los 6 y los 12 grados. Así que dispongámonos a disfrutarlos y consumirlos jóvenes, es decir, en el siguiente año a su embotellado y digamos salud, al verano en nuestra mesa.

VinoRosado_Edicion52_Saborearte

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