Cómo olvidar esta fecha, cómo no brincar de gusto, cómo no entonar melodías de amor, cómo no lanzar abrazos y besos amorosos en el día que en la mayoría de los países del mundo se les dedica a las madres. Sí, me parece bien. Bien merecido es este día. Que por cierto los historiadores dicen que nace en Grecia en donde a la diosa REA (madre de Zeus, Poseidón y Hades) le rendían culto y honores. Luego en Inglaterra y en Estados Unidos desde mediados del siglo XIX instituyeron esta festividad y tuvo reconocimiento total el año de 1914 cuando el presidente Wilson reconoció oficialmente el Día de las Madres. 

En México es un día grande, un día en que todo se mueve alrededor de esta fecha. Las tiendas desde días antes se llenan de compradores y el mero día 10, los restaurantes hacen su agosto pues las familias enteras, completas, acuden con su querida mamá a brindarle su amor y su cariño.

Ahora bien, yo, en lo particular estoy de acuerdo con lo que muchas amigas que conozco, no necesitan de un día especial para celebrar o querer a una madre, no, decimos al unísono, a la madre debemos de quererla todos los días, abrazarla cada mañana, cantarle canciones todas las noches, hacerle regalos que le sirvan personalmente, no, nada de regalarle ollas, platos, vajillas, licuadoras, lavadoras, cuchillos de mesa, cucharas, vasos de cristal, extractores de jugos, etcétera, no. Esos utensilios son para que ella trabaje, para que a ella se le haga más fácil su ardua tarea. No. En la cocina, en la casa, en todos los rincones, todas y todos a ayudar, a barrer, a trapear, a cocinar, a lavar, a asear la casa, a arreglar las cortinas, labor de todas, como digo, y todos y todas, portándonos así, demostraremos que la amamos, que la queremos más que nunca. A regalarle, cualquier día, un vestido bello, una blusa, obsequiarle una lavanda francesa, a darle un día determinado un jabón de baño del Líbano, juntar dinerillo entre todas y todos y darle la sorpresa al entregarle un estuche con un bonito collar de perlas. 

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Ah, Chère Karla, aquí viene lo bueno: en la Cocina del Alma presentarle, de Entrada, un Entremés de miradas dulces, darle un Primer plato colmado de alegría, un Segundo platillo lleno de abrazos calurosos y de Plato fuerte un poema de amor pleno, y de Postre cantarle a coro las canciones que ella siempre a querido escuchar. Y se puede acompañar este banquete cariñoso con risas de contento y de humor del bueno.

Eso que aquí escribo, creo que, si se practica diario o las más de las veces del mes, puede darle una gran satisfacción a nuestra madre, al ver que ella es respetada, amada, querida todos los días. ¿No crees, Chère Karla, que eso es una buena idea?

PD. Todo está bien, pero debemos recordar los problemas que estamos confrontando. O sea que, en todo caso, debemos cuidarnos, permanecer en casa y respetar lo que las autoridades de salud dictaminen.

Vale, Carlos Bracho

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