Brindis por los buenos padres

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Dicen que de tal palo tal astilla, y aunque yo soy una ramita que cayó un poco lejos del árbol, sí que hay cosas en las que, inevitablemente, me parezco a mi papá. Así, con motivo del pasado día del padre, hoy voy a compartir sobre una de esas cosas que tenemos en común: el gusto por el vino.

Salud por los buenos recuerdos

No sé a ciencia cierta cuándo tomé mi primera copa de vino, lo que sí recuerdo es que fue él quien me la sirvió, y que, aunque al principio no me gustó mucho, seguí tomándolo para ser un poco más como esa persona a quien tanto he admirado.

Hay en mi memoria más de una docena de botellas que compartí con mi papá, porque en mi casa eso es lo que se toma. A mi papá no le gusta la cerveza ni el tequila, pero no puede resistirse al aroma de un buen vino. Así hemos tomado desde los vinos más ordinarios hasta los más exclusivos que hemos podido costear, y siempre han ido acompañados de conversaciones alegres, música, risas y, por supuesto, buena comida.

Así que levantemos nuestras copas por esos recuerdos valiosos de convivencia que hemos vivido juntos en torno a una buena (o no) botella de vino.

Cortesía Casa Luna

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Salud por los aprendizajes

Nada en este mundo me apasiona más que la gastronomía, ese juego de aromas y sabores que resulta diferente en cada platillo, en cada ingrediente, y, cómo no, en cada trago de vino. Y es que dentro de este extraordinario mundo de todo lo que puede comerse o beberse, esta bebida fermentada de uva tiene un lugar muy especial en mi corazón, y eso se lo debo, en gran medida, a mi papá.

Hoy soy yo el “ridículo” que realiza la cata de cada nueva copa, pues a lo largo de mi vida me he interesado mucho por aprender todo lo que he podido acerca del vino, pero no me cabe duda de que, quien sembró esa semilla de interés fue mi padre, cuando me mostraba emocionado la botella que había traído de Chile, o esa oferta en la que había encontrado un vino que de otra forma hubiera sido inaccesible. 

Brindemos entonces también por las pasiones que nuestros padres sembraron en nosotros y por todo lo que nos han enseñado.

Salud por las herramientas

Si hay algo que le gusta a los papás -además de contar malos chistes- son las herramientas, y el mío no es la excepción. Es un empedernido amante de todos los gadgets y objetos interesantes que tienen como función hacerle la vida más sencilla.

Y su gusto por el vino no queda exento de esta manía; destapadores de todo tipo, desde el más clásico y sencillo hasta los más modernos, eléctricos y automáticos; tapones de vacío, decantadores y todo lo que se nos pueda ocurrir, mi papá seguro que lo tiene -y si no, mejor que ni se entere, porque seguro lo comprará inmediatamente-.

Por eso también vale la pena alzar la copa y brindar por las herramientas que no solo le facilitan la vida a nuestro padre, sino a nosotros mismos, porque seamos honestos, nosotros también las aprovechamos.

Cortesía Casa Luna

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Salud por los proyectos

Para cerrar este brindis un poco retrasado -y al mismo tiempo no, pues nuestros padres se merecen que los celebremos siempre- vale la pena brindar por los proyectos que emprendemos juntos. 

Yo con el mío no he tenido muchos, al menos en lo que al vino respecta, pero no por eso no voy a mencionarlo, por eso en lugar de usarme a mí como ejemplo, voy a utilizar -con su permiso- el de una singular pareja de padre e hijo a quienes tuve el honor de conocer recientemente.

Cuando el sueño del padre se vuelve también el del hijo y juntos emprenden un prolífico proyecto, es cuando mejor nos sabe el resultado. Así nació Casa Luna, un pequeño pero extraordinario viñedo en el Valle de Guadalupe, en el que las habilidades conjuntas de Martín y Ángel -y de todo el equipo detrás de la producción- dan como resultado vinos únicos y de sorprendentes aromas y sabores.

Vino Padre e Hijo

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Tan importante es esta relación que uno de sus vinos más preciados lleva, precisamente, el nombre de “Padre e Hijo”. Se trata de una mezcla de 80% cabernet sauvignon y 20% nebbiolo, donde la primera representa la sabiduría y experiencia del padre; y la segunda, la pasión y emoción del hijo. Este vino de tonalidades rubí con aromas predominantes de frutos negros es perfecto para acompañar todo tipo de platillos, desde la clásica carne asada como la que tienen en la Buena Barra, -que, la verdad, no tiene padre- hasta un postre chocolatoso.

Por si fuera poco, este vino ha sido recientemente premiado por la Guía Peñín, la más importante y prestigiosa de España, lo que demuestra que de los proyectos familiares pueden salir verdaderos diamantes -o, en este caso, etiquetas ganadoras-.

Si quieres saber más acerca de este vino, así como el resto de las etiquetas de Casa Luna -su grenache blanc es otra joya al paladar- visita su página web.

Ahora levantemos la copa por todas esas cosas que podemos agradecer a nuestros padres, y sobre todo porque, gracias a ellos, hoy tenemos la fortuna de brindar.

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