Chère Karla:

Cada mes del año nos trae celebraciones, aniversarios y fiestas importantes que nos hacen, si es una fiesta popular, como dicen las abuelas, “echarle más agua a los frijoles” esto, para poder darse abasto y complacer a todas y todos los invitados. Sí, nadie debe quedarse con hambre, porque hablando de dichos y refranes cabe bien este: “panza llena, corazón contento” que es una verdad. Y si se trata de una conmemoración respetable, entonces habrá que celebrar con la seriedad en el rostro y cumplir cabalmente con el motivo que encierra esa fecha. 

Y este mes de noviembre tiene varios días señalados para no olvidar gestas, hechos y sucedidos.

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Pero sea de jolgorio o sea de jaleo e ir de acuerdo con la canción que dice que hay que: … echarle un quinto al piano y que siga el vacilón… o bien si se trata de asuntos importantes y serios, en todos, no puede faltar una buena comida. Si de nuestros fieles difuntos es el día, pues con ellos en el altar ponerles la comida y la bebida que acostumbraban, rito que hay que cumplir. Y en el altar que a ellas y a ellos les dediqué, chère Karla, dado que a mi padre le gustaba tomar un tequila antes de la comida y no podía faltar el molcajete con su guacamole, con chilitos toreados y unas rajas de queso Cotija; en la canasta aguardaban su turno unas tortillas recién salidas del comal y en una cazuela lucían unos charales bien dorados acompañados con un poco del guacamole, para comerlos en un taco. A mi madre le gustaban los tamales de chile verde, las enfrijoladas y la sopa de flor de calabaza; el agua de chía o la de guayaba, siempre estaban en su jarrón preferido. Sí, todo ese festín estaba para ellos y al sonar las dos de la tarde del día dos, con toda la familia presente degustábamos esos platillos y esas bebidas con la presencia en fotografía de esos mis seres queridos. Conmemoración grata, fiesta íntima que en México es una bella tradición.

Imagen: pixabay

Sí, noviembre nos ofrece días para llorar, para estar tristes, para sumirnos en pensamientos profundos. Nos da días en los que hay estar de buen humor, y también, en fila, aparecen los días para recordar, como el que nos dice que no hay que olvidar el logro de la Revolución Mexicana. A esta gesta, ¿cómo la quiere celebrar usted, amiga insumisa? ¿Va a poner el CD con la música del Huapango, del maestro Moncayo o le dará clic a los sones del Mariachi? ¿O a su familia le gusta rememorar al Charro Avitia? ¿O quieren recordar la voz y la figura de Jorge Negrete? Estos personajes, esta música nos habla del ayer, sí, pero ese fue un ayer que cimentó el apego por lo nacional. Y si de comida se trata, pues a darle gusto al gusto, no voy a decirles a ustedes cuales platillos pueden combinar con el tequila, con el pulque o con el mezcal. No, ahora ustedes tienen toda la libertad de sacar de las recetas de la abuela y de lo que ustedes inventen, para celebrar, conmemorar con la comida que va a estar en su mesa y que le hará los honores a lo que esos días marcan en el calendario. Sí, a darle vuelo a las ollas, a los sartenes, a las cebollas y los jitomates, que luzcan las zanahorias, los betabeles que estén listos, que los pescados no se queden en el refrigerador, que las carnes salgan a llenar con su olor la cocina, que el cordero asado les haga ojitos a su boca, que las frutas jueguen en la charola, que salgan de la alacena los aceites y las sales, las hierbas y los ajos, que no se queden atrás las lentejas ni las lechugas, que aparezcan los pepinos y las mermeladas, que no se les olvide el espagueti a la boloñesa, el caldo de pescado, las albóndigas, que los vinos tintos, los blancos, los rosados se “casen” con los platillos mejores. En fin, chère Karla, que cada día sea un día para rendirle pleitesía -a lo mejor de México, claro- pero también a la gastronomía.

Vale

Carlos Bracho

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