No hay nada más versátil que el vino riojano. Se puede tomar en una gran celebración, en una reunión informal con amigos, a sorbos mientras se cocina, en un día de campo, en fin, las opciones son tan grandes como la imaginación de cada persona. Tan grande como sus vinos, la DOCa Rioja es maravillosa, y a través de su producción vinícola se ha convertido en un testigo de la historia.
Desde tiempos de los romanos, la región fue valorada por sus vinos ricos y seductores, que eran llevados a la capital del imperio. Posteriormente, los monasterios fueron grandes productores, e incluso aquellos que forman parte del famoso Camino de Santiago le brindaban vinos a los peregrinos que llegaban a sus puertas, iniciando y tal vez sin darse cuenta, la primera campaña publicitaria de boca en boca de la gran calidad de los vinos riojanos.
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Esta buena fama fue creciendo con el paso del tiempo, hasta llegar al punto en que los productores decidieron unirse para proteger sus producciones, pues no faltaba quien ofreciera falsos riojanos para enriquecerse. Se les ocurrió la idea de poner una etiqueta común con la que identificaran sus vinos, así que el siglo XV fue el precursor de las modernas técnicas de etiquetado e identificación que existen en la actualidad. De hecho, Rioja es una de las Denominaciones de Origen del mundo que ofrece mayores garantías respecto a la calidad y autenticidad de sus vinos, y una de las pocas que exige el embotellado en origen para toda su producción.
Todos los esfuerzos en conjunto, el amor por esta tierra y por sus vinos, hicieron que a partir de 1991 los vinos de Rioja fueran amparados por la primera Denominación de Origen Calificada de España, que además de ser un gran orgullo, simboliza el máximo reconocimiento a los esfuerzos de siglos por producir vinos espléndidos.
Se dice que para enamorarse de los vinos se requiere educar al paladar y afinar el olfato, pero más que nada implica estar abierto a las nuevas experiencias, a no tener miedo de sentir nuevas sensaciones. Entre los sentidos, el oído también juega un papel fundamental, tan importante como lo es el maridaje con alimentos que resalten las cualidades del vino.
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Escuchar música mientras se brinda con un vino tinto, blanco o rosado, es un paseo por un universo en que se intensifican las notas de las uvas transformadas en elixir divino. Aunque beberlo a solas es gratificante, compartir con alguien más ese momento, envueltos en el ambiente adecuado y la música ideal es un coctel en el que se fusionan en una copa la añada y la cepa con los deseos.
Conocer sobre vinos riojanos y poseer alguna de sus botellas excepcionales, envuelve a las personas de un halo de elegancia y buen gusto. Beber las creaciones riojanas es una carta de presentación en sociedad, no sólo de los vinos en cuestión, sino del mismo consumidor.
El sonoro descorche de una botella y los primeros aromas que emanan, son un viaje en el que las sensaciones son las protagonistas. Los diseños de las etiquetas, de las botellas y su mismo nombre son el atractivo visual y poético que acompaña al sabor riojano.
NUESTRO EXPERTO EN VINOS, RAÚL VEGA NOS HABLA MÁS SOBRE LAS CEPAS SECUNDARIAS RIOJANAS
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