Casa Madero Merced Real
Casa Madero Merced Real

El sol irradia su energía sobre el cerro y el coqueto poblado de Tepotzotlán, mientras que en Taxco, la luz de luna crea formas caprichosas en sus calles empedradas. Dos pueblos mágicos en los que se respira paz, se viven las raíces culturales que han hecho grande a nuestro país y donde el confort es sinónimo de su hospitalidad.

Perenne al paso del tiempo, Taxco se ha consolidado como una joya en sí misma, y su larga historia, forjada con la plata destilada de los siglos, es cuna del ingenio de Juan Ruiz de Alarcón y de Daniel Espinosa, el hombre que ha llevado al pueblo a recorrer el mundo con sus diseños.
Los diseños de su joyería son una oda a la belleza femenina, que no se limita al aspecto estético, sino que abarca también su grácil elegancia y su fortaleza. Las líneas suaves y fluidas de sus formas combinan la audacia con el clasicismo, el simbolismo de los elementos con la modernidad, creando colecciones que comparten el lenguaje universal de lo que nos resulta atractivo.

Colección Daniel Espinosa
Colección Daniel Espinosa

Daniel, que al igual que yo es un amante de los viajes, ha llevado el nombre de Taxco y su legado joyero al mundo, con sus tiendas en Nicaragua, Rusia, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico, España y Estados Unidos, y cuyas vivencias han quedado capturadas en sus pulseras, aretes, collares, anillos y hasta relojes.

Además de su plata, Taxco es una ciudad también famosa por sus pozoles. Rojos, blancos y verdes, con o sin picante, de pollo o de puerco, y acompañados de rábanos, lechuga y aguacate, son un sabor memorable, en especial cuando nos atrevemos a romper estereotipos y maridarlos con vino. El chenin blanc de Casa Madero es la mejor opción para acompañar a este platillo ancestral, por su elegancia mezclada de frutas y flores, sus aromas y su refrescante acidez.

Casa Madero
Cata Casa Madero. Fotografía Karla Sentíes

Multifacético y cargado de una energía que eleva el espíritu, el pueblo de Tepoztlán es otra joya extraída de la naturaleza y tallada por el hombre. Su origen prehispánico, continuación colonial y afirmación contemporánea, aseguran que cada visitante se sienta cómodo y encantado, en especial cuando se trata de un lugar que reúne lujo y serenidad, como Casa Fernanda. El viento que mueve el agua de su alberca, parece susurrar los mensajes de los espíritus que habitan en el cerro sagrado del Tepozteco, que nos vigila en todo momento desde la distancia.
Pensado como un lugar de retiro físico y espiritual, en este hotel boutique miembro de Tesoros de México, nos topamos con simbolismos que nos recuerdan la dualidad de la vida, desde el tronco de cerezo que reviviera en el centro del jardín, los picaportes en forma de manos, el temazcal, y hasta la carencia de espejos en los lavamanos para poder ver la mirada de las otras personas y no sólo nuestro reflejo.

En el viaje interior que representa hospedarse en Casa Fernanda, además de las comodidades de sus enormes camas, de sus baños con ducha, tina y enorme tocador, algunas habitaciones también cuentan con una terraza personal con un enorme espejo de agua del que pareciera emerger un árbol, como una remembranza de las energías que brotan de nuestro interior renovado en este ambiente fresco y holístico.

Casa Fernanda
Casa Fernanda

Desde las casitas blancas con tejas de barro, pasando por la energía cósmica de Tepoztlán, hasta los sabores cautivantes de los vinos de Casa Madero, creados en el pueblo mágico de Parras, Coahuila, nos envolvemos en un viaje donde la magia se mira, se vive, se bebe, se disfruta y se queda grabada en la piel.

Fotografías cortesía Deby Beard

Conoce más en El Blog de Deby Beard

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