Chére Karla:

Se han pasado los días, los meses, y ya estamos en los umbrales de un año nuevo. Ya estamos en este mes de diciembre en donde el mundo celebra el nacimiento de Cristo. Y este acontecimiento trae consigo una serie de actos, de eventos y celebraciones que están arraigadas en nuestras páginas culturales y sociales.

En México las posadas son parte integrante de nuestro folklore. Quién de nosotros no le ha dado de palos a la piñata. Quién de todos nosotros no se ha tirado al suelo, con todos los niños y niñas, para diputarse los regalos que dentro de esa olla forrada de papel de china de muchos colores, nuestros padres y los abuelos han puesto allí. Y los villancicos que nos han llenado los oídos de música celestial. Y cuando éramos unos pibes (hablo de muchos, muchos años atrás, y por lo tanto nuestra cocina era más natural, así que las recetas aquí descritas son del siglo pasado -muy pasado-), ya que habíamos quebrado la piñata, ya que habíamos pedido posada, ya que estábamos en el comedor, para variar hambrientos por tantas celebraciones, esperábamos con ansia loca la Cena de Navidad. Una comida que yo recuerdo con gran cariño, pues mi madre ponía toda su sabiduría culinaria en darnos gusto:

En la mesa había tamales de chile y de dulce y junto a ellos estaba una jarra de barro con chocolate espumoso y rico a más no poder, y nos hacía guiños otra gran jarra de barro con agua de chía. Y ya en la formalidad de la cena, mi madre tenía lista una SOPA DE FLOR DE CALABAZA: flor de calabaza, cebolla, epazote, ajo, caldo de pollo, un poco de leche, sal y pimienta blanca. A todo esto en la mesa estaba dispuesta la vajilla de barro: platos de base, platos hondos (cazuelas), jarros, cucharas de madera. Y debo aclarar que todo se preparaba en ollas de barro, en comales y en molcajetes, y todo al calor de la leña o del carbón en el anafre. Y mientras se servía el siguiente platillo, el que quisiera podía tomar uno o dos tamales, para pasar el rato.

Y de segundo plato, ENCHILADAS COLORADAS: tortillas pequeñas y suaves, chile ancho, chile pasilla, tostados, manteca, queso rallado, hebras de carne, cebolla, aguacate. Y al “devorar” y dejar las cazuelas “limpias” al no quedar nada de aquellos platillos, todos, grandes y pequeños, esperábamos la grata sorpresa que nos daría la abuela al ver el POSTRE: BIZNAGAS (se toma de un cacto, que ahora está en peligro de extinción) HIGOS AZUCARADOS Y ARROZ CON LECHE (arroz, leche, canela, azúcar). Quiero decirles a nuestras ávidas lectoras y amigos lectores, que la historia que aquí cuento, fue de cuando vivíamos en Colotlán, Jalisco. Y era el México en donde todo nos pertenecía, en la radio cantaba Jorge Negrete, los muralistas José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, nos daban sus creaciones que eran admiradas en todo el planeta. Sí como digo, era otro México, hoy desaparecido. Pero bueno, Karla, este es el país que tenemos, así que ha levantar la cabeza y rescatar nuestro pasado para saber vivir el presente. Y la gastronomía, es lo bueno, es la reina de los hogares mexicanos. Sí, a comer se ha dicho. A celebrar con un vaso de agua de jamaica y con unas chilaquiles en la mesa unos frijoles refritos y un pulque para revivir. ¡Salud!

Carlos Bracho

Publicidad

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.