Las fiestas navideñas en este año serán sin duda muy diferentes de lo que estamos todos acostumbrados, en muchos países la segunda oleada de coronavirus ha provocado, de nuevo, variadas restricciones y limitaciones de libertad que, en algún sentido, puede complicar las celebraciones familiares. Se trata de una época del año muy particular y llena de tradiciones que varían mucho de nación a nación. En mi natal Polonia, de donde emigré hace ya unos catorce años, el festejo navideño tiene múltiples aspectos de los cuales el lado gastronómico resulta ser especialmente interesante.
La cena de la Vigilia de Navidad, Wigilia, es la celebración familiar por excelencia, la más importante de todo el año e incuestionablemente la más esperada por todos. Las familias polacas se reúnen en sus mesas para disfrutar una cena muy solemne y especial, constituida como lo requiere la tradición, por doce platillos en recuerdo de los doce apóstoles, o como dicen algunas fuentes, en recuerdo de los doce meses del año.
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Algunas de estas preparaciones gastronómicas son servidas solamente una vez al año, lo que hace de esta fiesta un momento muy único. La costumbre prevé que todos los comensales prueben cada uno de los platillos para asegurarse la prosperidad en el año nuevo.
Habitualmente la Nochebuena es fecha de ayuno, en consecuencia de ello, muchos polacos se abstienen de comer carne y los platillos de la cena reflejan esta costumbre. Aunque, hay que decir que hoy en día no todos siguen ya dicha tradición. Eso no quiere decir, absolutamente, que el menú sea austero, al contrario, es un manjar.
Los platillos más representativos y frecuentes en las mesas polacas esta noche del año, incluyen: sopa de hongos o sopa de betabel con uszka (tipo de pequeños tortellinis rellenos de hongos); pierogi (ravioles polacos) rellenos de col agria y setas, o rellenos de papa y queso; carpa frita o en gelatina; arenques en aceite o crema; otro tipo de pescado como merluza o trucha; col agria con hongos; kutia (tipo de postre hecho de cebada o trigo, frutos secos, nueces, miel), kluski z makiem (pasta con semillas de amapola), pastel de amapola (la cual simboliza la abundancia) y muchas cosas más que varían de una región a otra, de una familia a otra.
De acuerdo con la usanza, la cena debe comenzar en el momento en el cual aparezca en el cielo la primera estrella, que simboliza la Estrella de Belén, costumbre que siempre es más difícil seguir –literalmente– dado al estilo de vida que llevamos hoy en día. El ritmo acelerado y la falta de tiempo hacen que a muchos de nosotros nos resulte complicado tener la comida lista antes de que empiece a tintinear la primera estrella en el cielo.
El ritual de la cena de Nochebuena inicia con una oración y en algunas casas también con la lectura de un párrafo del Evangelio según San Lucas, que narra el nacimiento de Jesús. Después, los polacos compartimos el opłatek, que es un tipo de oblea en forma rectangular decorada con escenas navideñas y que marca el inicio de las felicitaciones y deseos de bienestar y prosperidad para el año venidero.
Otro aspecto peculiar de la cena es la preparación de la mesa: bajo el mantel se pone un poquito de heno. Esta costumbre alude, de acuerdo con la fe cristiana, al hecho de que Cristo nació en un pesebre, sin embargo, esta usanza polaca, en realidad, tiene sus orígenes en ritos paganos, ya que se usaba como ofrenda a los dioses que simbolizaba bienestar y abundancia.
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En la mesa se suele dejar una silla libre con un plato y cubiertos puestos, para un peregrino desconocido que puede llegar; esta tradición, asimismo, tiene sus raíces en un culto pagano, se dejaba un lugar vacío invitando a cenar a las almas de los antepasados.
Todo el simbolismo y las tradiciones hacen de la cena de Nochebuena una celebración inigualable, llena de recuerdos, emociones y, por supuesto, de los grandiosos platillos.
