“Mientras más cosas contenga, cuanto más ocupada sea la obra de arte, peor será. Más es menos, menos es más” -Mies Van der Rohe

En el arte existe una batalla campal entre los que recargan de detalles su obra y los que respetan la pureza de lo simple. Yo soy de los creyentes que menos es más y cuando la vida nos presenta lugares que comparten esta ideología, la recomendación nace sola. En esta ocasión hablaremos de dos proyectos que comulgan simbióticamente en un sólo espacio, Simple cervecería y Niss, cocina de propuesta.

Nacidos en pandemia y por el mero gusto de hacer lo que les gusta, la historia comienza con Simple y el deseo de romper con los estigmas de la cerveza artesanal. Cansados del bluff que rodea a esta bebida malteada y la complejidad con la que la tratan, abren sus puertas dispuestos a recibir a expertos y principiantes, tratarlos como iguales y brindarles, en su reducida carta, todo lo que necesitan para conocer tanto los estilos más populares, como las ideas más descabelladas.

Entrando en el segundo acto tenemos a Niss, un ejemplo de que la comida bien hecha, no tiene que ser ni diminuta, ni costar las perlas de la Virgen. La propuesta de un menú reducido y sin denominación de tiempo, con la excepción de los bien marcados postres, nos da la posibilidad de aventurarnos a probar toda la oferta en una sola sentada, o hasta que el cuerpo aguante.

Dos proyectos que no sólo se escuchan armónicos en papel, también en el plato, pero antes de entrar a la comida y bebida, resistan un párrafo más pues contar la manera en que se unieron, merece la espera. Por motivos de la situación sanitaria, la venta de comida era necesaria para que Simple pudiera existir, por lo que sobrevivían haciendo pequeños eventos temáticos y así llegó el turno de las arepas, bajo la tutela de los encargados de Niss tuvieron una semana de éxito y aparentemente todo quedaría en el fugaz encuentro, pero como ya es más que obvio no fue así.

De la propuesta al plato

Unidos por el destino y las ideas de romper con la imagen tradicional de un taproom, su esencia resonaba en el habiente… cuando llegó el primer vaso de una lager simple, coronada con su blanco ribete espumoso, burbujeantes caireles de oro y aromas de frescura glaciar, perfecta para el calor de una tarde primaveral.

Tras la sinfonía cítrica que jugueteaba en mi paladar y apagaba el fuego exterior, un par de platos llegaron a la mesa, la manzana de la discordia de los puristas y un pan poco usual. Con su brillante naranja, un hummus de zanahoria rompía el silencio culinario, acompañado de unas rebanadas de hogaza de maíz rojo, proponiendo un reto interesante.

Tras el engaño del aceite de chiles tostados se escondía el secreto del primer plato, la ausencia de garbanzo. Para los amantes de la comida un hummus sin garbanzo sonará peculiar, las opiniones se dividirán por un instante, pero el veredicto será el mismo al momento de probarlo, la untuosidad, balance de sabores, destellos picantes y la suavidad del pan, obligan a un segundo bocado antes de querer opinar.

Aún saboreando el hummus, irrumpieron unas regordetas muy conocidas, unas papas cambray cobijadas por un manto de crema ácida y un sombrero de rábano encurtido. En temas personales yo tenía mis dudas en cuanto a este último elemento, pero aquí estamos para probar todo, así que pinchando un poco de cada cosa las dudas fueron disueltas.

Citándome a mí mismo, describí el momento como un poema, pues cada elemento llevaba de la mano al que seguía, la ligera costra crocante de los tubérculos junto a la perfecta cocción del interior, correteaba por la boca con el ácido de la crema y la no esperada dulzura del encurtido. Sólo había un problema en la ecuación y ese era que un plato no era suficiente para saciar el gusto por aquella sensación.

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Entre antojos y caprichos

La charla con los anfitriones siguió y se presentó el momento perfecto para entender por qué se denominan como una cocina de propuesta. Esto se debe a que no mantienen fija su carta, la van cambiando conforme a lo que se les antoja o encuentran, como es el caso de nuestro siguiente plato, unos boquerones con mayonesa de garam masala

Manjar creado por el antojo de una oferta de mercado y el detalle de quedarse sin otros ingredientes, como consecuencia. Interesante a primera vista y suculento al primer bocado, encontramos jugosidad pura, carnosidad en una presentación diminuta y la acidez adecuada por el limón asado que acompaña a los frutos del mar.

Tras estos platos, nuestra cerveza se vio mermada en cantidad y era momento de conocer algo más oscuro, dando pie a la pregunta obligada ¿qué va bien con el postre? Las recomendaciones fueron tres, así que para tomar la decisión probamos un poco de cada una. Comenzamos el debate de maltas con una porter ahumada, respaldada por la nostalgia de ser la primera receta de Simple y con notas ahumadas armonizando al café y chocolate.

Finales inesperados

Subiendo el peldaño, la experimentalidad de la cervecería hace aparición, con una nitrogenada. Aquí abro un paréntesis ya que en el mundo de las bebidas existe el término de “gusto sedoso”, pues esta segunda es la definición del término. Muchas peculiaridades engloban esta bebida, pues su proceso hace que sus aromas y sabores sean opacos, por intentar definirlos, ya que están presentes, pero no son invasivos.

Como tercera opción y spoiler alert, la ganadora para acompañar al postre, una cerveza para aventureros o amantes del café expreso, una russian stout. Negra como la noche, corpulenta como un toro y fragante como café recién tostado, te presenta una imagen imponente, que mantiene en boca y que sorprende con la cantidad de especias que se pueden encontrar al pasearla por la misma, sobre todo el cardamomo, motivo por el que ganó un lugar especial en mi memoria.

Con la bebida seleccionada, es momento de cerrar la visita con uno de los postres más interesantes en mucho tiempo, una base de compota de fresa, jamaica y apio, da estructura a un cremoso de queso y naranja y finaliza con un merengue de malta tostada. Un postre que francamente no puedo describir, por la peculiaridad de sus sabores y la necesidad de un último pretexto para sembrar la curiosidad en todos ustedes y visiten esta nueva opción en la colonia Juárez.

¿Dónde encontrarla?

Hamburgo 45b, Col. Juárez, CDMX

Horario: martes-sábado 14:00-23:00, domingo 12:00-22:00

Fb: Simple Cervecería

Instagram: @simplecerveceria

https://simplecerveceria.com/

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