Es importante que la región ofrezca una marcada diferencia entre las temperaturas de verano e invierno, e incluso, idealmente, del día y de la noche. El bajo volumen de lluvia y el alto grado de insolación, son ideales para que la planta esté estresada y proporcione mejores frutos.

Uno de los temas trascendentes y que ocupa últimamente importantes espacios de diálogo a nivel nacional e internacional, es el del cambio climático global y su afectación en todos los terrenos, en particular, en la vitivinicultura.

Algunos países que basan parte de su desarrollo y su economía en esta industria han optado por crear diferentes compromisos y acciones en pro de reconvertir los graves efectos que se han generado, así como implementar criterios de sostenibilidad para aportar conocimiento e información que genere acciones de mitigación, adaptación y competitividad de la industria vitivinícola.

Dentro de estos grandes rubros se busca fomentar la sanidad vegetal, con una combinación de métodos biológicos y de cultivo que minimicen el impacto medio ambiental. Programas fitosanitarios amigables con el entorno que se basan en la utilización de productos de bajo impacto para la salud y el medio ambiente. Se busca el control biológico mediante el aumento de la diversidad con carpetas vegetales y el uso de productos de bajo impacto para los enemigos naturales.

Por otra parte, se promueve el uso racional de los recursos hídricos a través del empleo de aguas no contaminadas mediante una correcta nutrición y fertilización equilibrada, así como el empleo de materia orgánica que enriquezca la microflora del suelo.

El terroir, ¿es realmente importante?

La preocupación surge al entender que el vino es una expresión humana, una intención y una forma de vida que reflejan la riqueza de la tierra y del clima, el colorido, las texturas, las sensaciones, los aromas y los sabores. Un mosaico que se crea y recrea a través de los sentidos, que traduce el profundo significado de la naturaleza mediante la pasión de quienes laboran desde el campo hasta la bodega para sumar: suelo, clima, conocimientos, experiencia, y tecnología. una entrega amorosa que construye, día a día, la historia de cada viñedo, de cada fruto, de cada bodega y otorga una personalidad definida y un carácter particular a cada vino.

La vid necesita de un clima y de una tierra específicos (el terroir). El periodo de maduración debe ser suficientemente largo para que la fructificación de la uva se haga en buenas condiciones y el invierno lo bastante frío para obligar a la vid a reposar. La vid necesita cierta cantidad de luz al día, de calor y de agua. Le gusta el clima templado en las zonas situadas entre los 30 y 50o de latitud norte y sur.

La temperatura influye en el proceso de maduración de la planta y, por ende, en las características de los vinos, en sus aromas y su acidez. Las temperaturas ideales para

el desarrollo de la vid oscilan entre los 11° y los 18°C, aunque resiste incluso, de manera excepcional, los 45°C y los –15°C. También, es importante que la región ofrezca una marcada diferencia entre las temperaturas de verano e invierno, e incluso, idealmente, del día y de la noche. El bajo volumen de lluvia y el alto grado de insolación, son ideales para que la planta esté estresada y proporcione mejores frutos.

Sin embargo, ante una realidad inminente que provoca el cambio climático global y que afecta todos los terrenos de la vitivinicultura, además de actuar con medidas que otorguen sostenibilidad a nuestro campo, a sus cultivos, habrá que permanecer alerta con las modificaciones del terroir y la expresión de los vinos en cada zona vitivinícola del mundo. 

pmere@saborearte.com.mx

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