Pasillos vacíos, mesas en las que ya no desborda la comida y cocinas que han dejado de trabajar a marchas forzadas. Así nos despedimos del palacio Hampton Court tras la muerte del gran Enrique VIII

Tres figuras aspiran al trono, la sangre Tudor corre por sus venas, pero la religión los separa. El primero en la línea es el pequeño Eduardo, único varón engendrado por Enrique, en palacio, sus tres años en el trono pasarían sin pena ni gloria a los anales de la historia. La tuberculosis le arrebató el poder y le tocaría el turno a María I, regente despiadada y protagonista de esta entrega.

Un trono de sangre

Sólo al llegar al poder sus manos se mancharon de la sangre de Jane Grey, reina por nueve días y por capricho de Eduardo VI. Su educación en el catolicismo y el odio de toda una vida, la llevaron a la locura, encendiendo el fuego divino, para purificar al protestantismo.

Mientras las llamas de la fe ardían por Inglaterra, el apoyo y cariño del pueblo se consumía. En las calles corría un susurro, Bloody Mary, el nuevo título de la reina Tudor, quien había perdido la cabeza en sus propios pensamientos. El miedo a la traición y por ende a la muerte, la llevaron a usar una armadura mientras dormía, adornar sus aposentos con toda una armería, y a sospechar de su propia hermana.

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Isabel, la más joven de los Tudor y última heredera al trono, fue encarcelada en la Torre de Londres, por sospechas de liderar al movimiento protestante. Su condena duró poco y fue transferida a su residencia, para permanecer bajo arresto domiciliario. El afecto de las hermanas era más fuerte que el miedo a la muerte.

Los años pasaron y las hogueras continuaron, menos una, el corazón de la reina se quedaba sin fuerzas. En una última reunión con Isabel, desesperadamente le pidió que continuara la purga protestante, pero la respuesta no afirmó ni negó la petición. El reinado del terror de María I acabó con más de 280 ejecuciones y el nacimiento de una leyenda, misma que con los siglos daría origen a uno de los cócteles más conocidos en el mundo.

La creación de un cocktail 

La historia de la reina sangrienta inspiró al joven barman Fernand Petiot, para en 1920 crear su mezcla de vodka y jugo de tomate. Como suele pasar con las bebidas, su origen tiene más de una anécdota, y esta no es la excepción. También se cuenta que es en honor de una cabaretera de Chicago, cuyo apodo era el mismo que de la reina inglesa, y aunque la coincidencia es demasiada, la preferencia de qué historia creer es suya.

Su preparación es simple, dos onzas de vodka, cuatro de jugo de tomate, media onza de jugo de limón, unas gotas de salsa tabasco, cuatro golpes de salsa inglesa, un toque de sal y pimienta. Todo se mezcla en un vaso y se sirve adornado con una rodaja de limón o un poco de apio.

La sangre de los enemigos de María Tudor manchó a Inglaterra, y el trabajo de limpiarla le tocó a Isabel I, la última de este linaje y quien nos espera en la época dorada inglesa, terminando así estas entregas con sabor a historia.

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