Ha pasado mucho desde la última vez que nos reunimos, pero hemos vuelto para, una vez más, probar las delicias que nos ofrecen los restaurantes de la Ciudad de México. Hoy regresamos a la acción con una oferta en el corazón de Polanco, la Buena Barra nos abre sus puertas, so pretexto de conocer algunos de los platillos que componen su carta.

Pero antes de hablar de sabores, aromas y presentaciones que hipnotizan al paladar, abordemos un tema igual de importante, las medidas sanitarias. Como es de esperarse de una de las cantinas más lujosas de la ciudad, la higiene en estos tiempos de pandemia no es algo en lo que se escatime. Ya que se puede encontrar desde lo más básico, como la separación de las mesas, toma de temperatura y gel antibacterial, hasta un arco de desinfección y personal completamente equipado, para reducir el riesgo al mínimo.

Ahora bien, dejemos a un lado la pandemia por un momento y abordemos temas más felices, como la simpleza y detalle de un molcajete de guacamole, coronado con chicharrón y pareja perfecta para el primer plato del día. Retozando en su montura de madera y al calor de las brasas, un pequeño trompo al pastor cautiva las miradas y representa al clásico taco capitalino.

De las brasas a la piedra

Rompiendo con los usos y costumbres, que predisponen a este taco como el protagonista de las madrugadas y salvación de los trasnochados, la Buena Barra lo nombró anfitrión del banquete. Tras una pequeña batalla con la movilidad del trompo y al fin apreciando la jugosa carne en una delicada tortilla, las papilas gustativas se ven entusiasmadas por un primer bocado.

Conteniendo la saliva y transportando el preciado cargamento a la boca, esa primera mordida es única, la jugosidad de la carne, el equilibrio de los sabores y la suavidad de la tortilla, desatan un frenesí gustativo. A pesar de su pequeño tamaño, es una entrada abundante y más por la cantidad de guacamole que lo acompaña. Hablando de este último y antes de ofenderlo por mencionar y no describirlo, se puede englobar en una sola idea, pero que lo dice todo.

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Es la representación del mexicano, todos creen conocerlo, pero siempre termina sorprendiendo. Desde su penacho de chicharrón, hasta la bandera que se forma en su superficie, el detalle con el que se presenta y el balance con el que se disfruta en el paladar, me obliga a recapacitar y pasarlo del estigma de acompañante, para escribirlo como se merece, como la segunda entrada de la tarde.

Infusionando paciencia 

Dos platillos y el estómago empieza a dar señales de saciedad, para continuar con el festín y dar oportunidad a degustar aunque sea dos elementos más de la carta, hagamos una pausa para disfrutar de un coctel de la casa. Con 72 horas de infusión, la Tisana Sana llega a la mesa en una botella especial, en la que reposan los elementos que le dieron su peculiar sabor.

Entre manzana, naranja, hierbabuena y otros cítricos, reposa un refrescante brebaje con base de bourbon, esperando ser servido en un old fashion decorado con una piel de naranja, marcada con el nombre del restaurante. Con un gusto fresco, pero cálido por el espíritu que le da su esencia, esta bebida nos revitaliza el hambre, permitiendo continuar con esta degustación. 

Minimalismo marino

Llegamos al plato fuerte y motivo por el que este establecimiento nos invita a conocer el mar, un filete de totoaba en una cama de esquites salteados. A primera vista no se escucha tan elaborado como otros elementos del menú, sin embargo la indecisión llevó a la sugerencia del mesero y a una inmediata afirmación.

Apantallante en su minimalismo y atrayente por su brillo, este peculiar filete de pescado despliega una gama de aromas que concluyen con la orquesta de hipnotismo. Sin la necesidad de un cuchillo, la carne se deshace como mantequilla, la untuosidad empapa al paladar y lo deja expectante de la potencia de los esquites. Con su golpe de picante y perfume a epazote, esta sencilla guarnición genera un baile de contrastes en la boca de quien lo disfruta.

Dulces finales

Con el apetito satisfecho, sólo falta llenar ese pequeño espacio junto al corazón, ese recoveco destinado al postre y que en esta ocasión sería ocupado por un churro. Su presencia en espiral es imposible de dejar pasar, su baño de azúcar con canela imperdible y sus salsas de cajeta o nutella, una difícil decisión. 

Como ven, las maravillas de la Buena Barra van más allá de una presentación ostentosa o sabores indescriptibles. Se trata de una comunión entre ambos, dando como resultado una aventura culinaria digna de conocer, así que si gustan tomarla serán bienvenidos a esta tierra de sueños, ilusiones y manjares.

¿Dónde lo encuentro?

Esq, Aristóteles 124, Polanco IV Secc, Miguel Hidalgo, CDMX

Horario Lunes-Domingo 12:00- 23:00

Menú: places.singleplatform.com

Teléfono: 55 5280 6699

Reservas: opentable.com.mx

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