¿Qué pasa cuando tu comida favorita de la infancia se mezcla con la de hoy en día? Imagínate darle un bocado a tu plato favorito y que te lleve de paseo a esos momentos en los que nada era importante, en los que tus únicas preocupaciones eran divertirte y que papá y mamá no te regañen.

La mejor hamburguesa del mundo

Una infancia no está completa sin una buena hamburguesa, esa que vas a recordar toda tu vida, y que aunque pasen los años va a seguir siendo tu favorita, no importa si en realidad ni siquiera es tan buena, para ti no hay una mejor. 

Es decir, dudo que la hamburguesa que servían en la cafetería de mi primaria, con sus aros de cebolla y su media rebanada de tocino, sea para ustedes la mejor hamburguesa del mundo, pero para mí lo era, y nadie me va a hacer cambiar de idea.

Y lo mismo sucede con muchos alimentos que nos hacen regresar a la infancia, como la pizza, o las malteadas. Vamos, ¿qué tan difícil es mezclar helado de chocolate con leche? Y sin embargo, no he probado una malteada tan buena como la que bebía cuando era pequeño.

Saberes y sabores

Ahora bien, por el contrario, por más que nos duela crecer, que nos duela la espalda y las rodillas y que las responsabilidades de la vida adulta nos hagan llorar por las noches, no podemos negar que también este proceso de vida tiene sus ventajas, y una de ellas es la posibilidad de probar cosas nuevas, encontrar nuevos sabores y descubrir nuevos favoritos; cada año que pasa es un año más en el que podemos salir al mundo y experimentar sus aromas y sabores.

Es verdad, ninguna hamburguesa va a superar jamás a esa versión grasosa y tibia de mi infancia, pero sí que he descubierto que hay tantas hamburguesas como personas en el mundo, y muchas de ellas me han sorprendido para volverse mis nuevas favoritas, porque ser adulto también significa descubrir que no existe un solo favorito, sino que se puede amar a dos malteadas diferentes.

Queso
Foto: Pexels

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Así en mi búsqueda constante he descubierto nuevos sabores que han logrado cautivar mi paladar. Pensemos que de pequeños tenemos un paladar muy básico, a la mayoría nos gustaban alimentos como queso, salchicha, catsup, frituras, comida chatarra y cosas azucaradas. Solo algunos pocos niños he conocido que disfrutan el sabor del café, o de un queso gruyere. Pero a medida que crecemos y se refina nuestro paladar descubrimos nuevos gustos por lo amargo y lo intenso.

Vamos, de chiquito siempre pedía el helado de chocolate, con cobertura y chispas de chocolate, en barquillo de chocolate; pero hoy podría jurar que uno de los mejores helados es el de chapulines que probé en las calles de Oaxaca, y que de niño no hubiera probado ni por error.

La fusión del tiempo

Pero si hay algo que descubrí recientemente, gracias a una particular experiencia, es que no hay nada mejor que el momento en el que infancia y tiempo se fusionan. Me refiero a esas preparaciones en las que encontramos los sabores de antaño mezclados con nuestros nuevos favoritos, como cuando me volví fan de affogato que vendían en el Metro Copilco, que juntaba el sabor del café, recién descubierto por mí, con el del clásico helado de cadena de comida rápida que me hace pensar siempre en mi infancia.

O esa hamburguesa bañada con fondue que, en apariencia, dista mucho de aquella de la que he hablado, pero que, de alguna forma, han dado con el método para que la carne me sepa a mi niñez, a esos días tranquilos cuando jugaba a los tazos con mis amigos y les vendía mi lunch para poder comprar una hamburguesa.

En fin, más allá de recomendarte algún helado o una hamburguesa, te invito a que pruebes cosas y descubras la fusión del tiempo entre tu niñez y tu vida adulta. Celebra el Día del Niño (o de la niñez, ahora también llamado), tengas la edad que tengas y compártenos en los comentarios cúal era tu comida favorita.

Continúa con: Niños por siempre

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