En una ciudad tan ajetreada y en donde convergen tantas corrientes, culturas, ideologías, creencias y tendencias, es innegable que también habemos un montón de foodies. Me declaro una y decreto que, es obligación de todo el que se ostente como tal, visitar aunque sea de paso este restaurante, para disfrutar algo de lo que nos acercan de la costa del Pacífico hasta la comodidad nuestra complicada metrópoli.
La Docena Polanco es delicioso desde que llegas. Con solo entrar y ver los montones de ostiones sobre el hielo en la barra ya estás salivando. Kumamoto, de San Blas, de Ensenada o Kumiai, aquí los podrás encontrar.
Una vez que tomas asiento, te ofrecen una bebida y eliges tus platillos de la carta, lo indicado es abstraerse un poco y pensar en deleitarse en un ambiente casual disfrutando de una terraza tranquila en una de las zonas más concurridas en la ciudad. Sin pretensión, sólo ganas de comer rico y fresco.
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Casi todo del mar
Dos tártaras llegaron a indicar que era hora de comenzar. Tártara de atún aderezada con aceite y láminas de trufa, alcaparras y aros de cebollitas, una ligera y sutil danza de sabores que se acompañan de rebanadas de pan campesino tostado y calientito; luego, un plato de temporada, el tartar de res, betabel y nueces de Castilla.
Seguí con los entrantes. Un aguachile tatemado hizo su entrada triunfal a la mesa invitando a picarle. En una salsa verde de tomatillo, aceite de oliva, cremoso de aguacate, delgadas láminas de pepino enroscadas y cebolla morada fileteada, danzaban los camarones crudos que, poco a poco, fueron cambiando de tonalidad y las notas ahumadas del tatemado te invitaban a no querer parar. También llegó el ceviche de almeja chiluda (o generosa) cuyos suculentos trozos de almeja se alternaban al azar entre rabanitos laminados, cubos de aguacate y de pepino, jitomates cherry, cilantro y chile serrano, todo aderezado en una emulsión cítrica, se vuelve una fiesta picante en el paladar que abre perfecto el apetito para continuar con el plato fuerte.
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Decidimos continuar con platillos del mar. Así que aquí se ofrece la pesca del día y me dieron a elegir entre huachinango o una lobina. Opté por la segunda de con un peso de 1,500 kg. que fue parrillada con un toque de cítricos que se logra al integrar ralladura de limón amarillo a la preparación. Se acompaña de tortillas a mano recién hechas y una salsa martajada. Además llegaron a la mesa un par de guarniciones bajo el mismo método de cocción: camote y verduras variadas.
No todo es pescados y mariscos: hay carne tipo Wagyu de producción duranguense, cortes, hamburguesas, pepitos y hasta jabugo por si te quieres dar el lujo.
¿Y de postre?
El punto final se puso de manera contundente y efectiva: volcán de dulce de leche con helado de chocolate y avellanas, o de plátano. Lo que me llamó la atención fue que no hubiera más opciones dulces, pero cuando probé el postre supe el porqué: están tan seguros de éste, que no hace falta ofrecer ningún otro. Cuando introduces la cuchara, el relleno suave sale derretido al plato combinándose con el helado y almendras fileteadas tostadas ¡su sabor es único!
Si tienes suerte es posible que te encuentres al chef Tomás Bermúdez y te cuente acerca de algunos de sus proyectos, el cuidado que tiene por los productos del mar para que lleguen frescos desde el Pacífico hacia la Ciudad de México y también acerca del vino de Valle de Guadalupe que le hacen exclusivamente para La Docena.
¡Deléitate con los productos frescos en La Docena Polanco y cuéntanos qué te pareció!
¿Dónde? Av. Homero 135, Polanco, Polanco V Secc, 11560 Ciudad de México, CDMX. Teléfono: 55 5255 2066
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