El calendario marca que la segunda quincena del mes ha llegado y con ella, hacen su aparición las posadas. Celebraciones que son la antesala de la Navidad y la locura de la cena, pero no pensemos aún en ello y partamos la piñata de la historia para conocer un poco más de este festejo que endulzó nuestra infancia y que seguramente a más de uno ya nos toca organizar.

Como buena anécdota de tradiciones mexicanas nos remontamos a la Colonia y los constantes esfuerzos religiosos por homologar las creencias de Nueva España. En aquellos días, más que un festejo era una misa más aunque diferente, de ahí su nombre original “misas de aguinaldo”, en las cuales  se narraban los pasajes de la Biblia en los que hacen mención al peregrinar de José y María a Belén. Finalizando la ceremonia se les daba a los asistentes un pequeño regalo, conocido como aguinaldo.

Con el paso del tiempo la gente se apropió de las fechas y agregaron algunos elementos, como las velas, piñatas y bengalas. El rigor de la misa fue dejado atrás y en su lugar quedó el pedir posada, haciendo referencia a este último pasaje de la travesía, que finaliza en la escena que se inmortaliza en los pesebres de los hogares.

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Aunque seamos honestos, sin importar la edad que tengamos el momento que más anhelamos de la noche es el de romper la piñata, golpearla, o que te golpeé cuando  la bajen de más… y lanzarte por los dulces para luego, cambiar los que no te gustan con los demás.

El misticismo de la piñata

Seguramente más de una vez llegaron a escuchar que las piñatas tradicionales tienen siete puntas, y que cada una representa a los pecados capitales, pero hay mucho más simbolismos ocultos en este recipiente de barro o cartón. Tan solo la acción de romperla involucra una victoria por parte de la fe y una liberación de la tierra del pecado.

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La fruta y dulces que se esparcen por el suelo después de la ruptura de la vasija, son una alegoría a la gracia divina, misma que se puede alcanzar cuando se está libre de pecado. Para llegar a este obsequio se debe tener fe, representada con la venda en los ojos, ya que aunque no se pueda observar el camino, la meta está segura si se cuenta con esta confianza en el Señor.

Los últimos dos elementos son: el palo, el cual se traduce como una representación de lo divino, ya que es la única forma de vencer al pecado; y la gente que canta, sí, así es los que cantan mientras se parte una piñata, representan a la iglesia y sus cantos la guía para vencer al pecado.

Después de todo ¿quién habría imaginado que todo eso pudiera ser representado con una acción como agarrar a palos una olla de barro cubierta de papel, con forma de estrella? En fin, ahora la variedad de formas y dulces que tienen estos recipientes de felicidad, complican un poco la representación de los simbolismos originales, pero no impiden la diversión y los recuerdos al participar en esta actividad.

A unos cuantos días de la Navidad y correr para conseguir la cena o trabajar por varias horas para prepararla, las posadas nos dan un primer pretexto para juntarnos con familiares y amigos. Estos momentos suelen contener grandes cantidades de dicha y regocijo, al son de los villancicos, calor del ponche, luz de las velas y dulzor de las golosinas, llenan nuestras almas y una vez más, nos dejan sentir la magia de la temporada.

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