Pese a las mañanas nubladas y las trombas repentinas de la tarde, mayo se presenta como un mes caluroso. Ante este bochorno, hay miles de opciones para encontrar la frescura, pero dentro de todas estas, hoy resaltamos una, producto de la vid.

Así es, el vino puede resultar un excelente aliado apaciguando los desmanes del calor, mayoritariamente los blancos, por sus temperaturas más bajas de servicio, aunque los tintos no se quedan atrás con sus presentaciones veraniegas, en forma de clericot.

El néctar fermentado que nos reúne en esta ocasión es de la D.O Rueda, otra de las regiones favorecidas por el río Duero y exponente de la varietal Verdejo. Uva de tradición en España, posiblemente introducida al territorio por los mozárabes durante el gobierno de Alfonso VI, en el siglo XI.

El clima es un factor importante para la uva, ya que los prolongados inviernos y escasez de lluvia han causado una maduración tardía. Mientras que los cambios de temperatura entre el día y la noche mantienen en equilibrio la producción de azúcar que se gana con el sol, y la acidez que se mantiene en el fresco nocturno.

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El vino de Rueda

Pasando a lo más importante, en copa encontraremos un vino sutil a la vista, de un tono pajizo claro. Una coquetería muy elocuente en nariz, con notas herbales de montaña y una amplia variedad de frutas amarillas, principalmente cítricos. Al tocar los labios una acidez juguetona nos llena el paladar, los olores se tornan sabores y un choque de frescura llega a cada rincón del paladar.

Un vino amigable para quien se introduce al mundo de esta bebida, y reconfortante para los conocedores. Tímido de apariencia, pero tan expresivo como un poeta enamorado, en nariz y boca, y tan refrescante que una copa es suficiente para calmar el bochorno, pero no para saciar al gusto.

Aún en la cuarentena los vinos de la D.O. Rueda son fáciles de encontrar, tanto en vinaterias y tiendas especializadas, que por supuesto realizan entregas a domicilio, como en supermercados. Así que veamos el lado amable del encierro, pidamos un buen vino y disfrutemos de la tarde en la sala, balcón o ¿por qué no?, en la azotea, relajando el alma y refrescando el cuerpo.

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