Este hermoso lugar que se aloja en una de las zonas más prestigiosas de la ciudad, cuya oferta gastronómica va in crescendo, llega con un gusto exquisito para colocarse como un favorito entre los sibaritas. Rafael Bureau, anfitrión de esta sede, nos platicó un poco del concepto así como de cómo inició este grupo: la familia Gómez, de la cual es parte el joven Carlos, decidió apoyarlo a desarrollar su talento y potencial como panadero. Desde hace algunos años le incentivaron y apoyaron para seguir este camino y pasión. Carlos tiene síndrome de Down, lo cual no ha significado un obstáculo sino un estilo de vida y una inspiración cotidiana. 

Lo que inició como Carolo en Arcos, poco a poco se ha ido transformando en un gran conglomerado restaurantero que hoy cuenta con varios locales: restaurantes Carolo, Farina, La Popular, Café Ó, Aromas, Blanco Colima, Blanco Castelar, Blanco Bistró, El Aduanero y las boutique de Le Macaron.

El concepto de esta nueva sede de Grupo Carolo se basa en gastronomía que busca el respeto por los ingredientes desde su origen, cultivo y crianza, hasta su preparación. Trabajan con materia prima de primera mano pues conocen a la perfección los ranchos de agricultores y ganaderos, así como pescadores, logrando apreciar y procesar los productos de manera exacta. Se trata de técnicas francesas interpretadas con ingredientes mexicanos aunque, también encontramos platos de diversa inspiración internacional.

Este sitio recién abierto (y remodelado), te recibe entre tonalidades en crudo y celeste con algunos detalles en decoración muy selectivos. A eso de las cinco de la tarde el dulce canto de las aves que viven por la zona y que están preparándose para dormir, se puede percibir desde la terraza abierta en el nivel superior que se conecta con uno de los salones principales.

¿Qué comimos?

Para empezar llegó a la mesa para abrir apetito, una porción para compartir de humus con pan pita tostadito sazonado con un poco de zatar. Entre un gusto terso, ácido y con notas picantes nos dejamos llevar. Luego arribaron unas croquetas de cuatro quesos doradas a la perfección con una gotita de mermelada de chabacano y chile morita. La fiesta de sabores era contrastante y simplemente deliciosa. Esto apenas estaba por comenzar.

Luego continuamos con un crudo de robalo con ralladura de cítricos y aceite de oliva. Las nostalgia aromática fue inmediata, pues los toques cítricos diversos inundaban el entorno y nos invitaban a seguir y seguir picando. Para este entrante, contar con las pitas de regreso en la mesa fue todo un acierto ya que el pairing de texturas entre los crujientes con la delicada suavidad del pescado, es algo que no se puede –ni debe– dejar pasar.

Miramos a la apuesta francesa por excelencia, una sopa de cebolla. Este deleite servido en una cazuelita metálica y queso gruyere derretido pecaminosamente sobre un crotón, se combinan con un fondo de res oscuro y la dulzura de la cebolla hace que no quieras parar ni un momento hasta no ver el fondo. 

Para conocer un poco más de la variedad que ofrecen, continuamos con una combinación semi-ligera: betabeles rostizados al tomillo, intercalados en una torrecita con queso de cabra maduro en rulo, terminado con coulis de zarzamoras; por extraño que parezca, el plato es ideal para aquellos que gustan de este tubérculo, ya que el rostizado potencializa el dulzor del mismo pues carameliza sus azúcares, que se armonizan perfecto con la notas lácteas del rulo y ácidas de las moras. 

Para casi terminar, el plato fuerte elegido fue una pasta con langosta sobre fondo de crustáceos y un toque de chile de árbol seco. Este tiempo fue un buen descubrimiento por la combinación de salsa de tomate con notas picantes y la pasta cocida al dente (como debe ser) y, como a la usanza italiana de antaño, no se integra parmigiano en la preparación, lo cual es justo, ya que está tan llena de sabor, que no se extraña por un momento el queso y de hecho así, se aprecian los sabores de los frutos de mar a lo grande.

Ya para concluir, nos decidimos por un clásico, una gran rebanada de pastel de chocolate elegantemente ataviada con hoja de oro, sal de mar y un buen scoop de helado de aromática vainilla. Sabores sedosos, intensos a tostados y sumamente suculentos. ¡El  perfecto final!

No dejen de visitar Casa Ó y cuéntenos cómo les fue, estamos seguros de que no los defraudarán. 

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¿Dónde?

Monte Líbano 245 Lomas de Chapultepec, CDMX.

Reservaciones: 01 55 5520 9227

Facebook: @casao.mx

Instagram: casao.mx

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