La variedad de ingredientes; el sinfín de combinaciones entre ellos; los sabores, aromas y texturas que se logran al conjugarlos, son tan solo algunas de las maravillas de la cocina, y aún más de la cocina mexicana. Como sabemos, en los últimos años la gastronomía de nuestro país ha despegado de una forma impresionante y no solo a nivel nacional sino también internacional. La comida de la infancia, los sabores ancestrales y la nueva visión de los chefs dentro del mundo culinario enriquece actualmente este escenario. Dicho contraste estuvo presente en la primera edición de Comali, un festival que reunió la diversidad de sabores que existen en tierra mexicana.
Mesas de madera, puestos de comida y espacios dedicados a bebidas espirituosas con expertos en la materia se encontraban ya listos para recibir a los asistentes en el Parque Ecológico de Chapultepec, lugar en donde Comali se presentó del 28 de abril al 1º de mayo. Al llegar, lo primero que se debía hacer era cambiar la cantidad de dinero presupuestado por boletos (que valían la misma cantidad; para ser sincera, no fue de mi total agrado este formato ya que tenías que ir y regresar para cambiar el dinero si es que hacía falta). Una vez con boletos en mano era momento de explorar las propuestas culinarias de Comali. Lo mejor era recorrer todo el festival una sola vez para decidir los platillos a probar, porque como suele pasar en estas experiencias, lo que hace falta es estómago.
Mi primera parada fue en un imperdible de Ciudad de México, el restaurante Chapulín, allí la maravillosa tostada de chapulines de la chef Josefina López Méndez hizo que dibujara una sonrisa gracias a los sabores y las texturas que se conjugaban en el paladar; acompañé con la frescura del agua del té de monte que compré en Mario Terrés Chocolates, al que volvería al final por unos bien logrados macarons. Mientras caminaba, el aroma de las quesadillas cocinándose en el comal me llamaban, así que llegue a Harinas de Omalli en donde también los sopes recién hechos se podían saborear. Seguí mi camino y encontré el restaurante Barroco, la chancla poblana y el helado de garrafa fueron una gran apuesta del chef Alan Sánchez, mientras que los tacos de carne del restaurante Raíz eran excelentes. La parte final estuvo entre los helados artesanales, los macarons y los famosos churros de El Moro.
Comali tenía propuestas de mar y de tierra, desde exquisitos tacos hasta camarones con coco, y entre ellos el vino, la cerveza, el pulque, mezcal, té, quesos, vainilla de Papantla, chocolate mexicano, panes y otros productos enaltecían el festival. A su vez, diferentes artesanías llenaban de colores los stands: alebrijes, cajas de madera bellamente pintadas, morteros, molinillos o aretes hechos a mano eran tan solo alguna de las joyas que se podían encontrar. Mientras tanto, los escenarios principales vibraban al ritmo de la música de diferentes artistas como Little Jesus, que hicieron cantar más de una vez a los asistentes. Las catas y talleres también fueron parte de la experiencia Comali, en donde chicos y grandes tenían cabida (catas de vino para adultos, taller de postres para niños, por ejemplo).
No cabe duda que Comali fue un rotundo éxito a pesar de la lluvia y el granizo que Tlaloc regaló el primer día y a pesar de ser un concepto con sus bemoles, finalmente logró reunir en un solo espacio una gran variedad de cocinas de México y así demostrar nuevamente que la cultura culinaria mexicana se debe enaltecer día con día y en todo momento. ¡Enhorabuena!
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Fotografías: Mary Elizalde