Chère Karla
Hablar de la gastronomía es hablar de todo lo bueno que hay en este mundo. Sí, por ejemplo, para hacer un platillo, cualquiera que este sea y por más sencillo que pueda ser o que se trate de preparar todo un banquete en donde se va a comer y a beber, esta acción, este hecho, requiere de la participación de un innumerable número de personas, veamos: los agricultores que sembraron y luego nos dieron las papas y las hierbas y las nueces y los aguacates y los chiles, y los jitomates, las zanahorias, las coles, el arroz, los frijoles, el maíz, etc., etc. Y también la colaboración de los transportistas que nos trajeron esos productos hasta los mercados. Y luego los ganaderos y los criadores de cerdos y aves que día con día, durante meses y años preparan, alimentan, cuidan de los animales que estarán en nuestra mesa. Y los industriales que nos proporcionan los aceites y las grasas y todos aquellos productos, hornos, mesas, manteles, cubiertos, vajillas, estufas, refrigeradores, que son indispensables en toda cocina. Y la lista de hombres y mujeres que con sus labores enriquecen y dan sustento al arte de cocinar son muchos y muy valiosos. Y los empleados y vendedores de utensilios y los chefs y los cocineros y los meseros y los que administran un restaurante, contadores, secretarias. Y qué decir de todos aquellos trabajadores que desarrollan lo suyo alrededor de la industria que provee de insumos y cosas necesarias para el mundo de la gastronomía. Sí, lo que diríamos un mundo de personas, un mundo detrás y delante de la cocina.
Y ¿a quién más –aparte de los comensales, digamos normales- atrae el mundo fantástico de la gastronomía? Desde luego a los creadores, a los artistas. El arte, de esa manera está presente. Rabelais nos presenta un fantástico personaje que devoraba hasta vacas enteras, y por eso, cuando comemos en abundancia decimos que fue una comida “pantagruélica”. Y Balzac que tomaba decenas de tazas de café al día y Neruda enamorado de la buena comida y el poeta Salvador Novo que hacía gala de sus conocimientos culinarios en cualquier ocasión propicia y Rossini que fue un gran degustador de los buenos platillos, y qué decir de Leonardo Nierman, que aparte de su poderosa pintura, el comer con él, es irse directo al Parnaso, sí, él es amante de los buenos platillos y estar con él nos hace ver la comida, la bebida y los postres como algo que llega del más allá. Sí, es un hecho real, el arte tiene ligas ancestrales y valiosas con todo lo que se refiere al otro arte, al culinario.
Y por esa razón uno busca en el mundo de los restaurantes aquellos que nos ofrecen suntuosos platillos y que el arte de presentarlos nos hace tomar preferencias. Bien lo dijo el escritor Theodore Zeldin: “La gastronomía es el arte de utilizar la comida para crear la felicidad”.
Así pues, ¡A encontrar el arte del buen comer en nuestra cocina, o en un bistro o en un restaurante!
Chao.
Carlos Bracho