Estimados lectores:

Esta pandemia a todos nos tomó ingenuamente por sorpresa. Y digo que ingenuo fue nuestro actuar, porque a lo lejos y desde finales del 2019, se dejaba entrever ya entrelíneas la magnitud que alcanzaría la pandemia y aún así lo minimizamos y hasta ignoramos.

Hoy que no podemos salir de casa sin tomar medidas estrictas, es cuando hemos materializado la gravedad del daño. En innumerables sectores se han trastocado prácticas, hábitos y rutinas. Hoy el oficio de quienes escribimos gastronomía, no es la excepción. Y es que desde esta trinchera se respira incertidumbre, pero de manera particular, confesamos que la rutina nos está consumiendo. 

El periodismo gastronómico en México se constituye por un abanico de posibilidades que se cuentan, para empezar, a partir de quienes le escriben: desde los pequeños reporteros que cubren fuentes, para reseñar algún centro de consumo o un producto, los fotógrafos, periodistas de profesión, aprendices y practicantes, quienes están especializados en temas de turismo, los que cubren fuentes gastronómicas de manera eventual y por qué no, hasta los investigadores más colmilludos y renombrados. También se pluraliza desde los medios que le sostienen: prensa impresa, medios digitales, transmisiones de radio y medios televisivos. Hoy nos encontramos -hasta cierto punto- aburridos y varados tras las pantallas de las computadoras, con la nostalgia de los sabores y aromas más exquisitos, de aquellos momentos vividos.

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Y es que nuestra labor está ineludiblemente inscrita al periodismo de servicio y de consumo, cuyos contenidos tienen por finalidad orientar en la toma de decisiones a los lectores respecto a productos o servicios. Es decir, en este tipo de notas al ofrecer una opinión acerca de algo, regularmente impulsan el consumo de eso en las audiencias. 

Es posible, que también se aprecie a este tipo de periodismo como una parte del paquete de las soft news, entendidas como periodismo cultural, pero en realidad prefiero considerarlo dentro del periodismo de servicio como una adaptación o reinterpretación del género de periodismo cultural, ya que se trata de una categoría más amplia, que se debe tratar por separado. 

Ahora bien, retomando la imagen de los aburridos periodistas gastronómicos, resignados tras nuestros ordenadores, he de decir en nuestra defensa que, en la normalidad, nuestras rutinas se remiten no sólo a comer o beber bien y a hacer reseñas en automático a partir de nuestras apreciaciones personales; estamos acostumbrados a vivir experiencias repletas de aromas, colores, sabores; a probar nuevos ingredientes y conocer a personalidades del medio que nos transmiten conocimiento respecto a productos y servicios gastronómicos y que, a su vez, estamos comprometidos a transmitir a nuestras audiencias. Nos gusta indagar e investigar más allá de lo evidente, pero también amamos escarbar en la historia de los platillos, procesos y hasta en las historias de vida de quienes nos preparan algún platillo tradicional o de los usos y costumbres de alguna comunidad. 

Y es que cuando en un oficio como el que tenemos se vive envuelto en un entorno tan agradable, nos ha sido difícil conseguir nuestros objetivos en la comodidad de nuestros hogares. 

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No es fácil vivir de boletines de prensa, ni de las notas de nuestros extensos archivos, pero lo hemos logrado, porque estamos inmersos en un campo muy noble. La gastronomía es rica en muchos sentidos. Hay temas de validez extensa (atemporal) y sabemos que nunca nos faltan novedades de las que podamos charlar. Hemos sabido hacer uso de nuestras habilidades en la cocina y compartir desde nuestras más preciadas recetas, hasta los tips comunes que a más de uno, lo sacan de apuros.  Nos ha tocado aprender a adaptarnos al uso de nuevas tecnologías y a saber que, nuestras pequeñas terrazas en casa, son también acogedoras y que la distancia se reduce con un sólo clic. Que podemos brindar cada uno con nuestra bebida favorita aunque sea distinta a la del otro y que también, lo podemos hacer en la virtualidad y hasta en pijama. 

También hemos de agradecer a todos los contactos, restauranteros, chefs, sommeliers y productores, por sus amables muestras de cariño (simbólicas y hasta en especie) que nos han hecho llegar hasta las puertas de nuestras casas para continuar con nuestra labor. Aunque les hemos de confesar que extrañamos de sobremanera estar con ustedes platicando en un entorno de amabilidad y quizás, hasta bebiendo una copa de un buen vino. Se extraña pasear en los viñedos, entrar a un restaurante y que te reciban con los brazos abiertos, dejarnos envolver en la cultura local de algún destino, llegar a un gran evento para probar vinos, asistir a una cata profesional, ser parte de una capacitación para conocer algún producto, ovacionar a palmas a los mejores exponentes gastronómicos del momento, entrevistar a importantes invitados y aprender de todos. En verdad que les echamos de menos. 

Pero ya habrá tiempo para reanudar desde dónde nos quedamos, pero sin dejar de lado lo aprendido mientras estuvimos lejos. Aquí seguiremos al pie del cañón para continuar transmitiendo nuestro amor por la gastronomía y por la dicha de vivir con sentido. Ya vendrán tiempos mejores. Resistamos y hagamos que el trabajo desde los escritorios gastronómicos sea mejor que nunca: servicial, autónomo, inmediato, objetivo y ético. Aquí seguimos.

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