Hace tiempo una colega y amiga puso un tema sobre la mesa, empezar una serie de reflexiones desde nuestras perspectivas profesionales, sobre el papel de los gastrónomos en la cuarentena.
Hoy me toca compartirles mis pensamientos, anécdotas y ocurrencias sobre esta situación. De antemano una disculpa si no hay chistes o referencias interesantes, como en otras de mis entregas.
Ninguno de nosotros la ha tenido fácil, ya sea en el campo gastronómico o desde cualquier otra profesión. Es una realidad que pasar de la noche a la mañana a un encierro, que se ha prolongado por meses y no se le ve fin, nos llenó de sentimientos encontrados. Desde esa oportunidad para “descansar”, hasta tener que afrontar que el trabajo es mucho mayor y obviamente los que tuvieron que mantener su cotidianeidad para poder sobrevivir.
Ver cómo la mente se distorsiona poco a poco, a pesar de estar en un espacio de seguridad emocional, como es la casa, posiblemente es de las peores afecciones. Al igual que muchas cosas, tiene tantas etapas que uno no se lo imaginaría. La alegría de trabajar desde la sala, querer tomar un respiro y no poder, añorar ver personas en vivo y no por una pantalla, cocinar o pedir a domicilio.
Un sin fin de sensaciones poco usuales, y ahora con este forzando regresar, el miedo es lo que impera en muchos. Tener que volver a salir sabiendo que aún está latente el virus, poder contagiarse o contagiar a otros, reajustar la rutina o soportar el cubrebocas.
Nuevas realidades
La realidad es que debemos aprender a vivir con esto, hacerlo algo tan normal como el resto de las enfermedades. Saber que siguiendo las medidas sanitarias se reduce el riesgo y que pronto habrá una manera de contrarrestarlo con medicinas y vacunas.
Cada uno de nosotros lo ha vivido diferente, a su estilo, por llamarlo de alguna manera, las alegrías y demonios que estos meses nos han dejado y nos seguirán trayendo. Nadie sabe que tanto tiempo debe pasar para regresar a la normalidad, lo cierto es que ya estamos en la normalidad. Los paradigmas cambian y tenemos que acostumbrarnos a uno donde la higiene es prioridad en todos los aspectos de la vida, y que se debe hacer todo lo que se pueda desde la trinchera en la que nos tocó pelear.
Hoy hablo desde la perspectiva de la gastronomía, o mejor dicho, desde mi perspectiva de la gastronomía. Desde antes que todo esto empezara, alguna vez mencioné que el gastrónomo es como un médico sin “licencia para matar” (expresión robada de mis padres, ambos doctores), hasta el más pequeño descuido puede causar enfermedad o la muerte de alguien.
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Con cuchillo y mascarilla
Lo que antes parecía una exageración de mi parte, es lo que ahora sucede, desinfecciones profundas de ingredientes y equipo, personal con medidas extremas de protección y un sin fin más de acciones que se han tomado para garantizar la seguridad del comensal. Pero eso sólo es una de las partes que se conoce, una de las tantas máscaras que puede usar el gastrónomo.
En este punto de la reflexión, los caminos se vuelven demasiados, así que hablaré de los más posibles. Primero los que nunca dejaron de trabajar y han vivido cada uno de los cambios y medidas a tomar. Aquellos que se han enfrentado al desabasto de materia prima, porque los proveedores tuvieron que parar su producción, esos mismos que presentan lesiones químicas por los desinfectantes y el lavado de manos tan continuo. Esos personajes anónimos que día a día se parten la cabeza por mantener la “experiencia” de su lugar de trabajo, expresada en un envase desechable y con el recalentamiento de un microondas.
Cada uno de los colegas del gremio que fueron llamados por la cocina y que aguantan cualquier inclemencia con tal de brindarle un poco de felicidad a alguien, en plena tormenta. Todos los que no han olvidado el significado más profundo de la palabra restaurante, y que por ende se vuelven los restauradores del alma.
Las máscaras del gastrónomo
Por otro lado tenemos al sin número de conocidos y amigos que emprendieron algún negocio, ante la pérdida de su empleo, o la imperiosa necesidad de cubrir los gastos extra que implica el permanecer en casa. O simplemente para sacarle provecho a alguna actividad que utilizan como terapia ocupacional, y sofocar el estrés de permanecer encerrado en las mismas cuatro paredes.
Y ¿qué hay de los que desempeñan funciones en una industria y no en un restaurante? ¿Cómo es su realidad? Sin lugar a dudas es algo que no puedo imaginar, cómo es que en un ambiente que ya estaba tan controlado, se pueden agregar aún más normas y lineamientos. Después de todo la producción de alimentos procesados no puede parar, y menos en un mundo donde año con año las noticias anuncian el momento en que se empezaron a consumir los recursos que deberían ser usados hasta el año siguiente.
¿Qué tan mal debemos estar para darnos cuenta del daño que le hacemos al planeta? Por un lado nuestra clausura de pandemia le permitió al ecosistema sanar lesiones causadas por la negligencia humana, mientras que a la par nos comemos al mundo en nuestra propia desesperación y estrés.
Más allá de las notas
En una cara más del dado que es la gastronomía, estamos los periodistas e investigadores gastronómicos. Uno de los sectores más golpeados por la pandemia, al cortar de golpe los eventos y ser inviables las recomendaciones de lugares que visitar. La difusión fue nuestra única salida, hablar de historia, ingredientes, personajes o cualquier dato poco conocido y que ameritara compartirse.
Un cambio positivo, ante el aspecto de compartir nuestro conocimiento con el resto de las personas, con todos ustedes, que sin importar lo que suceda siguen leyendo nuestras palabras, nota a nota y día a día. Pero a largo plazo ocasiona serios problemas a los que escribimos, caer en la monotonía de investigar por investigar y siempre tener algo que decir, no saber si seguirá siendo interesante.
Sufrir bloqueos mentales y tener que romperlos a la fuerza, ya que el medio no puede parar de sacar información nueva. La frustración de ver cómo se acumula el trabajo y al momento de sacarlo en vez de liberarse, sólo es caer en cuenta que ya se tiene encima la siguiente investigación.
Ingeniarselas para dominar el estrés y hacer de un balcón o una azotea espacio suficiente, para extraer del exterior las cosas que contamos. Algo que siempre ha estado en la normalidad del comunicador, pero que ahora es mil veces peor, teniendo coartadas la mayoría de las medidas de escape que nos dejaban seguir.
Las nuevas promesas
Por último queda mencionar a todos esos estudiantes que en plena cuarentena culminaron su formación y se volvieron egresados. Quizá los portadores del futuro más incierto, ya que si antes de todo este caos, la tenían difícil para conseguir un trabajo decente, ahora tendrán que enfrentarse a todos esos veteranos que fueron dejados a un lado, por los cierres de negocios y recortes de personal.
El futuro brillante que se les prometió a lo largo de su formación no es más que una nebulosa de incertidumbre y desesperanza. O al menos lo que pinta el gran panorama, porque es la oportunidad de ser los nuevos talentos y levantarse de la nada con cada gota de sudor y esfuerzo que necesitarán.
Esta pandemia ha sido un filtro masivo, para todas las profesiones, en el sentido en que sólo los que realmente sienten amor y pasión por lo que realizan, continuarán en su medio, el resto dejará el barco, ocupando un lugar que no habría imaginado, y que posiblemente no dejará.
El papel del gastrónomo en la cuarentena, al menos desde mi paradigma, no es más que el mismo que siempre ha sido. Ese personaje mayoritariamente anónimo, que sin importar la dificultad, se mantiene al pie del fogón, ya sea literal o figurado por las demás funciones que desempeñamos, con tal de satisfacer las necesidades alimentarias, en todos los sentidos, de nuestros comensales.
Si llegaron hasta este punto, les agradezco profundamente, no es fácil decir todas estas cosas y menos imaginar que alguien las leerá por gusto, pero son reflexiones que tienen que ser expresadas, y como ya lo mencioné, siempre estarán ustedes para leernos y volver a encontrarnos, en una siguiente nota.
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