Imagen de Engin Akyurt en Pixabay

Para hoy tenía programada una temática distinta. Luego de leer el artículo de uno de nuestros colaboradores, me di cuenta de que somos muchos a los que nos preocupa el porvenir del ámbito gastronómico en general y qué mejor, que poner sobre la mesa los planes para el futuro. 

Como parte responsable de los contenidos de la revista y con la confianza que amablemente, Karla Sentíes ha puesto en mí, me atrevo a cambiar el contenido de hoy a una reflexión que, como gastrónomos, nos lleve a concientizar el trabajo que debemos hacer desde nuestras trincheras para que este sector regrese mejorado y con más fuerza que nunca.

Esta crisis que se anunciaba lejana desde Oriente, tardó menos en llegar de lo que nos esperábamos. Aún recuerdo que la primer semana de marzo andaba en San Miguel de Allende, decidiendo en qué restaurante de alta gama, dentro de la amplia oferta gastronómica que este destino tiene, podríamos celebrar un cumpleaños en pareja; hoy comer o cenar en una opción así, lo veo sino imposible, sí muy diferente a lo que estamos acostumbrados vivir. 

Fuente: Ingimage, La vida gastronómica como la conocimos, quizás tardará en regresar a lo que era.

No quiero que esta sea una reflexión pesimista sobre nuestro entorno, sino una invitación para todos los que –de alguna manera u otra, directa o indirectamente–, conformamos al sector gastronómico de nuestro país, nos unamos para sacar adelante nuestras respectivas chambas lo antes posible. Somos fuertes y hemos de reactivarnos pronto.

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Quizás la dificultad principal sea que el panorama es incierto. Aún cuando podemos observar las cifras a diario en las conferencias por parte de las autoridades correspondientes, acompañadas de pronósticos a favor de la apertura paulatina a las actividades cotidianas, actitudes de algunos (contrarias a la preservación de la salud), y la falta de empatía generalizada por el bienestar común, así como –aunque quisiera decirlo de otra manera no encuentro cómo–, el intento desesperado de quienes se dedican a negar la inminente existencia del virus y las teorías conspirativas que buscan encontrar sentido a un fenómeno de esta magnitud, se convierten en factores que poco a poco merman el regreso a nuestra tan ansiada cotidianeidad. 

Por parte de los sectores como la editorial gastronómica, los esfuerzos se han vuelto colectivos, y más que ver por el bien de nuestro medio en particular, muchos nos hemos sumado a las iniciativas que buscan el fomento y difusión de la oferta gastronómica: ya sea difundiendo a quienes están trabajando bajo delivery o bien, los formatos de experiencias online (como catas guiadas, por ejemplo); fomentando el consumo a sectores como el agrícola, ganadero o pesquero, quienes se han visto también afectados como consecuencia directa del cierre de centros de consumo; o hasta animando a visitar a través de nuestros contenidos a los que ya han abierto sus puertas y buscan de una manera u otra atraer a los comensales de regreso a sus salones. 

Me atrevo a decir que todos los medios involucrados en esta industria, nos hemos puesto la camiseta para contribuir a que este sector no sufra tanto. Por ejemplo, en la Ciudad de México surgió la iniciativa #ComeCDMX, que no solo creó un compilado a manera de banco de datos –y luego, en forma de una app al alcance de los consumidores con acceso a un teléfono móvil– de todos los restaurantes que ofrecían servicio a domicilio, sino que en una gran suma de esfuerzos colectivos, logró reunir insumos diversos que luego repartiría en forma de despensas a los trabajadores de la industria restaurantera que vieron mermados sus ingresos y con ello, el sustento para sus familias. 

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Se dice fácil, pero luego de casi cinco meses de que los primeros casos de COVID-19 llegaran a nuestro país, los bolsillos han quedado lastimados y no sólo de quienes conforman la base de la pirámide de la industria como obreros (garroteros, stewards, cocineros, meseros, ayudantes, etcétera), también chefs, sommeliers, docentes, directivos, socios. Quienes tuvieron las posibilidades, apoyaron a sus empleados –y algunos hasta la fecha– con los pagos de nómina (aunque sea al mínimo) por meses, aunque algunos se fueron quedando en el camino, ya sea porque no se vislumbraba el término del confinamiento o porque simplemente, se les agotaron los recursos.

Fuente Ingimage. El impacto del coronavirus ha dejado mesas vacías en muchos restaurantes y además, el cierre total de muchos otros.

La pérdida de empleos y de oportunidades es un hecho. Hace unos días leía un post en las redes de Carlos Ramírez Roure, apasionado panadero que ha seguido con sus puertas abiertas durante esta pandemia, quien expresaba su sorpresa tras publicar una vacante en su empresa, pues los CVs le «llovieron» hasta saturar sus cuentas de correo en apenas tres días. Como ya lo relataba el chef, esto solo es indicio de la crisis laboral en la industria de alimentos y bebidas. 

Para algunos centros de consumo quizás sea más fácil adecuarse para ofertar experiencias bajo los protocolos de higiene ya establecidos, no obstante, si algo me queda claro, es que los esfuerzos conjuntos serán la clave para lograr un efecto positivo.

Resistencia, pasión en lo que hacemos y las ansias por salir y probar cosas nuevas, refuerzan la resiliencia de un pueblo en tiempos de adversidad. 

Sin duda las vivencias gastronómicas integrales serán distintas a como lo eran antes, y es que ¿quién es el mismo luego de una sacudida como la que acabamos de vivir? Hemos hecho conciencia con cada día de encierro que hemos pasado y con cada salida en la que hemos tenido que ataviarnos con careta, cubrebocas y guantes, que una reformulación a los paradigmas existentes de este ámbito llegará con el paso de los días a las mesas, tanto de los más prestigiosos restaurantes como a las más austeras y cercanas en nuestros barrios.

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¿Qué hacer?

Las acciones a tomar son claras: desde casa y en la medida de nuestras posibilidades, podemos pedir productos a domicilio, consumir en donde habitualmente lo hacíamos aunque ahora bajo protocolos de higiene mejorados y adecuados ante la situación actual. 

Fuente ingimage. En los centros de consumos será común el uso de caretas, guantes y cubrebocas y así es como se vivirá la «nueva normalidad» tras la pandemia.

Aportaciones en especie o en efectivo, que servirán ya sea, para ayudar a los empleados o para la reactivación misma de los centros de consumo, seguro serán bien recibidas o en su defecto canalizadas para quienes lo requieran. En estos momentos en que reina el desconcierto, no nos queda más que adoptar una actitud positiva y acatar medidas precautorias ante un posible rebrote. 

Al final del día este panorama no hace más que recordarme una escena particular de hace algunos años, cuando hacía prácticas en un restaurante con tres estrellas Michelin en España. Era un día lluvioso y gris en San Sebastián y, mientras nos cambiábamos en el vestidor para entrar al último servicio del día, una camarera que, orgullosa portaba su uniforme negro sin más que un pin plateado en la blusa, se acomodó las mangas, dio un profundo suspiro, sonrió y con la frente en alto cerró su locker; antes de marcharse hacia el salón dijo: “¡Venga, pues mañana más y mejor!”. 

Vendrán tiempos mejores, a darle. 

Julieta

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