Al escuchar croissant es inevitable pensar en una panadería francesa, a los pies de la Torre Eiffel, acompañado de un periódico y un café. La imagen mental nos hace creer que los orígenes de este famoso pan serían las tierras galas, pero no es así.

Como pretexto para hablar de la historia del croissant y seguir aprovechando nuestra máquina del tiempo culinaria, usaremos a nuestro favor que hoy, 30 de enero, se celebra el día internacional de dicho manjar horneado.

Regresando en la historia

Todo comienza con la expansión de la amenaza de Oriente sobre Europa, el imparable imperio Otomano se acercaba al último bastión del Sacro Imperio Romano Germánico. Tomar la ciudad de Viena les daría entrada al resto del continente y con ello el dominio total sobre la cristiandad.

Ante tal peligro el emperador Leopoldo I de Habsburgo acudió al Papa Inocencio XI, quien llamaría a las armas a los reyes del mundo católico en una cruzada más. La respuesta fue principalmente de los ejércitos de Polonia y Alemania, aunque otros se unirían posteriormente. En uno de los caprichosos giros del destino, dentro de los gobernantes que no brindarían apoyo se encontró el monarca francés, ganando el apodo de Rey Moro.

Ventajas de madrugada

Con la ciudad sitiada y ambos ejércitos preparados, la estrategia o tal vez la suerte daría la victoria, así es como en 1683 el comandante otomano Kara Mustafá emprendería el asedio sorpresivo de la ciudad. Pequeñas batallas en la superficie serían la cobertura para los túneles que se realizaban bajo la muralla austriaca.

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Los moros alcanzaron de madrugada el interior de la ciudad, sin pensar que los maestros panaderos vieneses se encontrarían trabajando para sacar la primera tanda de pan del día. Al escuchar sonidos extraños provenientes de la tierra, estos artífices del horno dieron la alerta, permitiendo al ejército interior tomar por sorpresa a los turcos que salían de la tierra.

Tras lograr expulsar a las tropas musulmanas de la ciudad, la batalla continuó fuera de las murallas, expulsando definitivamente a los invasores del territorio y marcando el fin de la era otomana el Europa. Alcanzada la victoria, el emperador austriaco premiaría por el aviso al gremio de panaderos y festejarían con una creación del momento.

Había surgido el pan de media luna, o croissant como lo conocemos ahora, nombre que al ser traducido significa “creciente”, representando la luna de la bandera turca. De misma forma se crearía la analogía de comerse a un turco a través del pan, llevando a cabo una dulce venganza.

Entrada a Francia

Con el tiempo este pan se popularizaría entre los austriacos y la historia contaría dos versiones de su llegada a tierras francesas. La primera y más conocida implica la participación de la reina María Antonieta, de origen austriaco, quien ordenaría se le preparara en palacio un croissant, llevando dicho pan a los hornos galos.

La segunda versión involucra a August Zang, oficial de artillería austriaco, quien al retirarse abriría una panadería de especialidad vienesa en las calles parisinas, llevando consigo la receta de esta bollería. Sin importar la versión, el croissant es un pan que encontró un segundo hogar en el país de la flor de lis. Con la historia contada y el pan salido del horno, dispongamos a morder nuestra media luna, revivamos el sabor de la victoria austriaca e iniciemos de la mejor manera este día internacional del croissant.

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