
Sin duda la de Enrico Bernardo es una de las carreras más meteóricas dentro del mundo de la restauración: en 1993, con sólo 16 años, se convirtió en el “Mejor Cocinero Joven de Europa”, dos años más tarde ya era un sommelier profesional y en 2004 obtuvo el reconocimiento del mejor sommelier del mundo —nunca se había otorgado esta distinción a alguien tan joven—.
Pero esos son sólo algunos de los reconocimientos que ha obtenido este personaje que en un principio quería ser cocinero pero que, tras una visita a Alsacia, descubrió su talento para el mundo del vino.
La mayor parte de su carrera la ha desarrollado en Francia; según cuenta él mismo: “Comencé desde abajo: fregando vasos y bandejas de plata, pero sin tener todavía contacto con la clientela, porque, en aquella época, mi francés era limitado”. De ahí, fue ayudante de sommelier en
La Poularde en Montrond-les-Bains, sommelier en La Mirande de Aviñón un año después, y jefe de sommeliers en Clos de la Violette en Aix-en-Provence en 1999; con 23 años, fue nombrado jefe sommelier del restaurante del Hotel George V de París.
Su creativa mente lo ha llevado a diseñar una línea de copas para la marca Schott Zwiesel, un sacacorchos, además de proyectar y personalizar cavas para aficionados y profesionales.
Pero sin duda una de sus más llamativas creaciones es el concepto de wine restaurant, donde todo está al servicio del vino: personal, cocina, decoración. En su restaurante Il Vino (con una estrella Michelin), los caldos son los protagonistas: el menú presenta los vinos, no los platos, y donde el cliente elige el vino y el chef en cocina prepara el mejor maridaje.
Además de lo anterior, Enrico Bernardo es autor de dos libros que en poco tiempo se han convertido en referentes: Savoir goûter le vin (2005) y Mes vins de Méditerranée (2007).