Como toda buena historia, es necesario llegar al final, hoy dejamos atrás los castillos, los grandes banquetes y las masacres incendiarias. Uno a uno los Tudor han pasado por nuestras entregas, hasta quedar sólo una. Isabel I, la Reina Virgen, una de las más grandes de la historia británica y última integrante de tan enigmática casa reinante.
Poder escribir de este personaje es complicado, más que nada por la cantidad de logros e innovaciones que se dieron durante su reinado. Desde el progreso económico basado en la piratería, hasta los exponentes culturales, una época tan brillante que se considera la era dorada de Inglaterra.
Hablando de piratas, o mejor dicho corsarios, ya que tenían la protección de la casa reinante, ellos fueron los principales responsables del progreso inglés. Implacables enemigos de los galeones españoles, saquearon las riquezas del nuevo mundo y con ello nuevos sabores ingresaron al territorio de su majestad.
Los nuevos productos llegaron siendo sinónimos de abolengo, pues sólo los más ricos podían obtenerlos. Tal fue el caso de muchas frutas tropicales que, en vez de ser consumidas, eran simples decoraciones en las casas. Pero no todas las frutas eran valoradas igual, había algunas más valiosas que otras y mientras más se tuvieran más importante se era.
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Hablemos de bebidas
Pero no todo era fruta robada, también se establecieron rutas de comercio legítimas, de ellas llegaron productos como el tabaco, café, aún más cerveza y uno que otro vino medicinal que no se conocía. Durante estos años el café era la bebida de las tardes tranquilas, mientras que la cerveza y otros espirituosos llenaban tabernas y pubs.
En estos lugares de vicio y perdición nacieron grandes clásicos de la literatura universal, el trabajo de Marlowe o incluso Shakespeare. Los artistas de la época pasaban sus días buscando la inspiración del alcohol, ya fuera en establecimientos populares o en tardes bohemias, en sus residencias.
Si hablamos de cerveza inglesa, tenemos que mencionar a las ale, la variedad más antigua de esta bebida en llegar a Inglaterra, y también la primera en producirse en la isla. La peculiaridad del ambarino brebaje es que, debido a su sabor sutil se sirve a temperatura ambiente, para que el frío no consuma sus características en el paladar.
De la vanidad a la soltería
Retomando los pasos de la corona, nos encontramos a una mujer que parecía estar más enamorada de Inglaterra que de algún noble, pues nunca tuvo un rey que la acompañara. Tampoco lo necesitó, pero la historia nunca olvidará el factor de la eterna soltería de Isabel I, o al menos una soledad aparente, ya que el tiempo también nos deja ver un profundo amor por uno de sus hombres de confianza.
Robert Dudley, el único ser de carne y hueso que pudo alcanzar el corazón de la reina, pero cuya unión era imposible, pues era casado. Aunque eso no fue factor suficiente para que no se creyera en la existencia de una aventura en la corte.
Existiera o no este romance, Isabel era una mujer en extremo vanidosa y que no se entregaría a cualquiera, esto mismo causó que sus retratos fueran creados con moldes, para que el paso de los años no hiciera estragos. Medida tomada a tiempo ya que la viruela marcaría su rostro y dañaría su cabello, forzándola a usar pelucas y maquillajes de plomo y vinagre.
El final de los Tudor
La necedad de no aceptar pretendientes, los daños a su imagen causados por la enfermedad, y el inclemente paso de los años, hizo que Isabel no contara con un sucesor. Esto aunado a conflictos con los Estuardo, regentes de Escocia en ese momento, condenaron a los Tudor a extinguirse como casa reinante y que su gloria simplemente quedara en los libros de historia.
Aquí llegan a su fin nuestros relatos y con ello estas entregas, esperando que las locuras del pasado fueran de su agrado, me despido recordándoles que una flor puede causar guerras, un gran apetito la muerte, el rojo es mejor en un trago, el amor no espera y que nos vemos pronto, con más de una historia.
