Hace algún tiempo, en una pared del feudo de mi buen amigo el chef Mikel Alonso, el restaurante Biko, aparecía una frase maravillosa: “Sin sorpresa no hay placer”.

Y es que lo inesperado, lo que nos asombra, lo que nos mueve es justo aquello que nos sorprende por su variedad, diversidad y calidad.

Si bien, esto es significativo en la vida, es totalmente aplicable al vino.

Solemos tomar los vinos que hemos probado y nos han convencido antes que arriesgarnos a experimentar con nuevos países, estilos, uvas o bodegas. 

Pero en México, un país muy afortunado, las opciones gastronómicas o enológicas son sumamente amplias. A pesar de nuestro aún escaso consumo per cápita de vino, 960 ml al año, cada “wine lover” puede elegir el vino que quiere comprar y beber entre más de 3,500 etiquetas disponibles, de casi todo el mundo.

Hay que recordar que el mejor vino no es el más caro sino aquel que se disfruta y se comparte y, aunque el consumo del vino en México es aproximadamente en un 70% tinto, 24% blanco y 6% rosados y espumosos, siempre habrá alguna manera de sorprendernos. A mí me gusta llamar a estos vinos, los imprescindibles.

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Es común que cuando nos invitan a comer, a cenar o queremos halagar a alguien, el dilema es complicado en cuanto a la elección del vino, en especial si éste significa el obsequio para el anfitrión.

Creo que una excelente opción sería regalar un vino de postre y muy en especial, un icewine. El tema de mi columna me permite hacer un rápido recorrido por un país muy interesante: Canadá, en especial, en materia de vitivinicultura por su aporte al mundo, el icewine.  Aunque su origen se remonta a Alemania, ha encontrado “tierra fértil” en Canadá. Los icewines son vinos que por su estilo, personalidad, versatilidad y enotecnia siempre serán una grata experiencia y te permitirán agruparlos dentro de tu cava como imprescindibles.

En un principio, Canadá fue habitado durante milenios por grupos aborígenes.  Pero a finales del siglo XV, con las expediciones, se establecieron tanto los franceses como los ingleses.

Es uno de los países más desarrollados y tiene una economía diversificada. Existen más de 70 explotaciones vitícolas. Se cultivan más de 8,000 hectáreas de viñas en sus cuatro provincias.  Ontario, Columbia Británica, Nueva Escocia y Quebec. El consumo per cápita de vino es mayor que el de los estadounidenses.

Por razones de climatología, las cepas blancas son las que tienen mayor número de hectáreas plantadas y las cuatro quintas partes de los vinos que se venden en Canadá son blancos.

Originalmente las variedades de Vitis Labrusca locales eran las que se empleaban para la elaboración de vinos. En la década de los sesentas se inicia la plantación de cepas híbridas y el reemplazo de cepas europeas tradicionales.  Actualmente Canadá produce vinos blancos a base de chardonnay, riesling, pinot gris y pinot blanc y para los tintos utiliza pinot noir, cabernet sauvignon, cabernet franc, gamay y merlot.

Canadá es el mayor productor de icewine, vino de hielo, que se elabora a base de riesling y, principalmente en esta zona, por el híbrido blanco de piel gruesa llamado Vidal.

Las primeras elaboraciones de icewine en Canadá se iniciaron en los setentas, pero fue hasta los noventas cuando se comenzó a producir en volúmenes adecuados al consumo y al comercio.

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El vino de hielo se origina en Alemania, cuando por accidente, en 1794, se elabora vino a partir del prensado de uva congelada. A mediados del siglo XVIII, comenzó a producirse de manera intencional en Rheingau. El icewine debe ser producido naturalmente.

Como siempre, el proceso de elaboración del icewine se inicia en el viñedo.  La uva se deja madurar y se vendimia ya entrado el invierno. La deshidratación ocasiona la concentración de azúcares, ácidos y aromas. El resultado: un vino normalmente de color dorado intenso, muy aromático con recuerdos a frutas maduras tropicales y frutos compotados.  Buena acidez y un dulzor balanceado con un elegante final.

Y, si de finales se trata, nada mejor para concluir la comida o cena con un imprescindible, el icewine de Canadá y, con placer, dejarse sorprender.

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