Los grillos son una fuente ancestral de proteína amigable con el medio ambiente, ya que requieren muy poca agua para su producción y prácticamente no producen gases de efecto invernadero. Además, la harina de grillo contiene todos los aminoácidos esenciales, hierro y un 65% de proteína, alta en comparación con 33% de proteína en la carne seca de res y 12% en el huevo fresco.
Después de atender una conferencia en el MIT sobre la crisis de los sistemas alimentarios mundiales, los entonces estudiantes Gabi Lewis y Greg Sewitz decidieron poner manos a la obra y aprovechar las enormes ventajas ambientales de producir insectos como fuentes de proteína en relación a las fuentes tradicionales. Para comenzar, compraron dos contenedores de grillos del tamaño de dos cajas de zapatos, y sin más herramientas que Google, un horno y una licuadora, elaboraron su primera harina de grillos. A partir de esto trabajaron en una receta de barra de proteína, probándola con los clientes y entrenadores de su gimnasio local hasta lograr un producto aceptable. Después de graduarse en el año 2013, se mudaron a la ciudad de Nueva York, donde hicieron mancuerna con el chef Kyle Connaughton, quien trabajó en la cocina de The Fat Duck con Heston Blumenthal como responsable de investigación y desarrollo. A partir de entonces, lograron conseguir inversionistas para llevar adelante su proyecto: las barras pueden comprarse en línea y vienen en una variedad de sabores: chocolate con nuez, panqué de plátano, manzana canela y vainilla con moras. Todas las barras contienen 270-300 kcal, 10 g de proteína, 14-20 g de grasa, 13-18 g de azúcar y 5–7 g de fibra.
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