Chére Karla
La alegría debe llenar nuestros corazones. ¿Por qué? Porque es año Nuevo. Porque empieza una nueva vida. Porque inicia el tiempo en que nuestros buenos deseos y nuestras metas trazadas puedan cumplirse y realizarse. Porque el horizonte que deberemos de ver es de luz, de felicidad, de amor a la naturaleza, de paz en la tierra. Por eso las luces multicolores de lo juegos pirotécnicos deben de cubrir nuestro cielo. Por todo ello los cohetes de fiesta deberán cubrir con sus sonidos los espacios celestes. Sí, Año Nuevo, vida nueva. Hagámoslo realidad. Que nuestros espíritus y nuestras almas se llenen de luces y con ello podamos “contagiar”, “llenar” a todas y a todos los que con nosotros conviven. ¡Viva el tiempo nuevo! ¡Viva!
Bueno, y ya instalados en la cuesta de enero, que no debe ser dura o mala, no, sino todo lo contrario; por lo que propongo hacer de cada mes un mes de jolgorio, un mes en donde los alimentos cubran y llenen los mejores deseos. Sí, que la Cocina sea la Emperadora de cada día. Que la Gastronomía sea la Reina indiscutible en este Imperio de los alimentos.
Que cada día seamos sorprendidos por algún platillo rutilante que adornará la mesa y que sera degustado como si fuera el único manjar de la vida. Que cada vez que estemos en la mesa, sea familiar o en algún Bistro o Restaurante de nuestra preferencia, haya sorpresas gratas y tonificantes.
Sí, para cumplir esto, en México tenemos mercados maravillosos, tiendas especializadas que son el orgullo nacional. Allí encontraremos los mangos que son una delicia, habrá aguacates para adornar el molcajete, tenemos quesos con los que se nos hará “agua la boca”, y los jitomates y los tomates dirán: “cómprame, llévame”, y lucirán en el estante las calabacitas y sus flores, habrán chiles para todos los gustos, y los ramos de epazote, y los perejiles y los romeros y los cilantros, y los rábanos y los pepinos, seran los elementos fundamentales para la fiesta.
Y las carnes de todos los animales de corral, de los estanques, y de los ríos, y de los mares, y de los establos (las reses, los toros, los pollos, las gallinas, los patos, los cerdos, los peces, los camarones, los crustáceos, etc., etc.) y las aguas frescas que se elaboran de tantas y tantas formas con nuestra gran variedad de frutas, que puestas en la canasta son una real pintura de Tamayo, y la chía y la la avena y el trigo y desde luego el maíz mágico y el frijol que nunca falta en la despensa, y qué decir de los chayotes y de los limones y las naranjas que brillan en su amarillo, y el chicharrón con su salsa para mejorar el talante, y los totopos para surtir las botanas, y las habas y las lentejas, y las cervezas que con su espuma semejan nubes en el vaso, y los vinos blancos, y los tintos, y las Cavas y los rones, y los licores que harán más placenteras las reunions de negocios y que bebidos con calma en las fiestas caseras, éstas se tornan más jubilosas; y los huevos que preparados a las finas hierbas son un banquete extra y que si se los hacen en la famosa forma de Omelette y rellenos de verduras o de quesos o de jamón o de Huitlachoche o de lo que el Chef o la cocinera digan, sera, a no dudarlo otra sorpresa culinaria.
Y para los postres la lista se hace interminable: van unos cuántos estupendos y deliciosos dulces: las tunas que podrán comerse en tiempos de calor, las Cajetas, los Chongos zamoranos, el Pastel de mil hojas, las nieves y los helados, el chocolate que se presenta a nuestros ojos en tabletas, en soufflé, en agua, en leche y que bebidos a discreción, nos deja con el corazón henchido de felicidad, y el amaranto y los cacahuates dorados con miel, y las nueces, y los alfajores argentinos, y los jamoncillos y los pasteles de queso, y las mermeladas de naranja o de fresa o de zarzamoras, que untadas en una galleta y con un café en nuestra mano, subimos al cielo o nos dirigimos a las estrellas rutilantes, y luego vienen quiñándonos el ojo unas rodajas de piña fresca, y agrego a este festín los zapotes negros con unas gotas de naranja, y los higos que nos recuerdan a San Felipe, y las manzanas que con sus amarillos y sus rojos nos sonrojan, y lo que no falta en el desayano es la sandía y la papaya y el plátano; claro, según yo, digo que un fin de fiesta adecuado es con el arroz con leche, y haciendo cola en la mesa están las fresas y las ciruelas.
De manera que, chère Karla, para que la fiesta dure todo el año, nosotros los mexicanos y todas las personas de otros países que aquí están asentadas, deberemos tener en nuestra Cocina esta pequeña lista de alimentos y con ellos podremos hacer de cada día un día Nuevo.
Por eso, pues, Chère Karla, grita conmigo: ¡Viva la comida! ¡Viva el año Nuevo! ¡Viva la vida!
Merci