Arroz con leche
Arroz con leche

CHÈRE KARLA:

Bueno, aquí me tienes viajando por varios estados de este nuestro México. Sí, me han invitado a participar en las Ferias Internacionales del Libro, en donde he dado a conocer mi último libro sobre el mundo maravilloso de la gastronomía: LA LUJURIA DEL GOURMET, y el público, por fortuna, lo ha aceptado y lo ha recibido con gusto. Y claro que esto puede suceder, pues el comer, el deleitarse con los platillos preparados por la abuela, por la tía, por los chefs, siempre serán timbres de orgullo y sus sabores permanecerán por mucho tiempo en nuestra memoria. Y narro aquí lo que degusté en mi viaje a Tabasco: una amiga, Norma, después de la lectura de algunos pasajes de mi libro, me invitó a su casa a comer. Claro que yo desde un día antes no cené, y al otro día, no desayuné nada, para poder deleitarme con los platillos suntuosos de la comida tabasqueña. Y esto fue lo que lucía la mesa y la cocina de mi amiga: para empezar el rito había un crema de chipilin (cada abuela de la región tiene su receta particular para ésta y otras tantas recetas: hojas de chipilin, mantequilla, harina, crema, leche, sal, consomé de pollo, ajo, algo de cebolla y chile no picoso). Y la fiesta continuaba y otros platillos lucían en todo su esplendor –como plato fuerte- un estofado de lengua: lengua de res, chile dulce, jitomates, ajo, cebollas, clavos, orégano, canela, vinagre, aceitunas, almendras, pasas, papas, sal, alcaparras, achiote. Karla, te digo que el solo recordar estas delicias, la boca se llena de contento y los deseos no de “comer” sino de “engullir” todo es uno a la vez. Y sigue la mata dando, en otras cazuelas bailaban airosos ante mi vista unos calamares en su tinta: (calamares, ajo, sal, aceite de oliva, un poco de harina, jitomates, cebolla, chile). Y la mano, mi voraz mano, corría de una deliciosa crema de chipilin, a unos calamares en su tinta. Y todo mi ser, con esta operación, se preparaba para entrarle con singular alegría, al estofado de lengua.

Había, como compañera de este viaje ritual, una jarra de agua de chía. Y unas tostadas

Agua de chía
Agua de chía

de maíz que tronaban de gusto al comerlas. Y vino el fin de fiesta. Llegó el momento de cambiar de sabor, de seguir aquella comida real, digna de lords y de príncipes y de quien sabe que la comida es un regalo de los dioses. Sí, llegó el postre. La mesa quedó limpia, solo lucían los pequeños platos que tenían, a escoger, unos un manjar de coco y otros arroz de las tres leches. Va, manjar de coco: Agua o leche de coco, leche, quizá también leche condensada, fécula de maíz; y el Arroz: arroz, leche condensada, leche, leche evaporada, algo de agua. Como tú sabrás, Karla, yo que soy glotón, me serví primero del arroz y luego de tomar un café expresso, “ataqué” con singular alegría el manjar de coco.

Sí, aquello fue una comida pantagruélica. Pero una comida que recordaré siempre. Al terminar la tertulia, mi amiga Norma me dio un itacate y yo me lo llevé al hotel para comerlo al día siguiente. O sea que en esa mi estancia en Villahermosa, en el Tabasco de Pellicer, subí a las nubes poéticas de los manjares y gocé plenamente de lo que esa pródiga tierra nos ofrece a todos los que la visitamos.

Bien. Vale

Carlos Bracho

Para conocer más de Tabasco, revisa también En honor a la tierra de Pellicer 

Visita: www.carlosbracho.com

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