“Porque es nuestro existir, porque es nuestro vivir, porque él camina, porque él se mueve, porque él se alegra, porque él ríe, porque él vive: el alimento” -Códice Florentino

El alimento era uno de los elementos que mayor relevancia tenía para los antiguos pobladores del territorio mexicano, no solo por ser sustento de vida, sino por la gran cantidad de usos rituales que tenía. Gran parte de lo que conocemos proviene del trabajo de cronistas, en su mayoría religiosos, quienes viajaron por toda la Nueva España registrando en sus textos los saberes de los pueblos originarios.

Uno de los grandes referentes de esta labor es Fray Bernardino de Sahagún, quien al encontrarse con la riqueza y complejidad de tradiciones, costumbres y formas de pensamiento de los nativos, recorrió de punta a punta la naciente colonia, salvaguardando los detalles que pudo observar y obtener de los habitantes en su obra “Historia general de las cosas de Nueva España”

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El propósito original de este registro era el de servir como guía a los evangelizadores sobre la conducta indígena, misma que consideraba idolátrica. Aunque al adentrarnos en el texto podemos encontrar el interés que nació en el cronista ante la estructura social y mental que lo rodeaba. Es a partir de esta curiosidad que encontramos una preferencia por el sistema alimentario de los pobladores del Nuevo Mundo, ya que este factor se encuentra mencionado en la mayoría de los apartados de la narración. 

El alimento y su relevancia social

Si recordamos un poco de los mitos de creación de los mexicas, recordaremos que eran considerados los hijos del maíz, por lo que su relación en el diario con la alimentación era algo fundamental. Desde las bases de la sociedad, hasta los hijos del Tlatoani entendían la importancia del alimento. 

Por mencionar algunas de las enseñanzas, cuando los futuros gobernantes entraban a su fase de enseñanza, se les decía que debían de aprender a cultivar sus campos, ya que si la comida era insuficiente, no estarían cumpliendo su función con el pueblo. 

El papel del gobernante como proveedor de alimentos surge desde el ejemplo de los dioses, ya que ellos regalaron estos a los humanos y ahora correspondía al Tlatoani continuar con la obra divina. 

Las deidades y su importancia

Dentro del amplio panteón mexica encontramos a los tlaloques, dioses encargados de algún aspecto alimentario. Los dos principales dentro de esta categoría eran Tláloc y Quetzalcóatl, dioses de la lluvia y el viento. Los vientos de Quetzalcóatl barrían la tierra y la preparaban para las lluvias de Tláloc, haciendo que el ciclo de la cosecha empezara una vez más.

Otra de las menciones importantes es Chicomecóatl, diosa de los mantenimientos, considerada como la primera en hacer tortillas y algunos otros platillos de la culinaria prehispánica. Muy de la mano de esta diosa encontramos a Xiuhtecuhtli, dios del fuego, quien «calienta a los que tienen frío, y guisa las viandas para comer, asando y cociendo, y tostando y friendo. Hace la sal y la miel espesa, y el carbón y la cal».

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Pero no todos eran dioses que representaban a los elementos de la naturaleza, mismos que se necesitan para producir alimentos, también existían algunos que le regalaron herramientas a los hombres para poder conseguir el sustento de sus hogares. Tal es el caso de Opuchtli, creador de las redes para pescar y la minacachalli, una especie de lanza con la que cazaban peces y aves.

Las ofrendas a los dioses 

No todas las formas de agradecer a los dioses por su protección era en forma de algún sacrificio humano, también se les entregaban tamales especiales, figuras de amaranto, platillos a base de maíz y algunas bebidas como pulque, mismo que se llegaba a teñir dependiendo la deidad a la que se le ofrecía.

Aunque no solo se consumía o se ofrendaba el alimento, también se llegaba a utilizar de forma ornamental en forma de collares de flores, tamales, mazorcas o maíz reventado (parecido a las palomitas de maíz y que llamaban momochtli).

Como podemos observar los alimentos eran algo de suma importancia para los antiguos pobladores de lo que hoy es México, y el conocimiento ha llegado hasta nuestros días gracias al trabajo de los cronistas que preservaron la cultura en sus obras.

Fray Bernardino de Sahagún, (1540-1585) Historia general de las cosas de Nueva España. Editorial Pedro Robredo. Edición 1938. México.

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