La modernidad nos ha vuelto una sociedad plenamente visual, no hay momento en que no estemos bombardeados por imágenes. No importa el tema, hay una foto que lo ejemplifica o lo vende.
Somos una generación que lleva a nivel de axioma la expresión “de la vista nace el amor”, y cuando hablamos de comida se marca aún más. Ya no importa si huele bien o sabe mejor, el valor más importante para la comida se ha vuelto su atractivo visual. Aunque todos los demás factores siguen siendo determinantes para enamorar al paladar.
Siendo la presentación uno de los puntos más cuidados al cocinar, no solo la forma de acomodar los elementos es importante, ya que también los colores nos dicen mucho de los alimentos.
Por eso es que hoy nos adentramos en los misterios de la teoría y la psicología del color en la comida. Al igual que en la pintura, las tonalidades de los platillos nos inducen a sentir cosas de forma subconsciente.
Aunque claro que esto no sólo influye con el producto final, también con el ingrediente en crudo. Mientras más vibrantes los colores, más frescos consideramos los ingredientes, haciéndolos más atractivos para su consumo.
Colores mentales
Gracias a los estudios de diversas instituciones, hoy conocemos algunas de las respuestas fisiológicas y psicológicas del cuerpo, con respecto a los colores que lo rodean. Por hacer mención de una paleta básica de colores, encontramos al rojo.
Uno de los más intensos del espectro cromático y que causa un aumento en la presión arterial, el ritmo respiratorio y activa el apetito. Un color relacionado con la pasión, debido a estas reacciones, ya sea para despertar el deseo y placer, como para advertir del peligro.
Ejemplo de lo último es la historia del jitomate, fruto que no era consumido al llegar a territorio europeo, por ser considerado venenoso y demoníaco, todo debido a su color.
Entrando en campos menos explosivos tenemos al naranja, considerado por muchos el color de la felicidad y la vida sana, por su asociación con los cítricos y todos sus beneficios. Dentro de sus efectos, aumenta el suministro de oxígeno al cerebro, estimula la actividad mental y nos da mucha hambre. De ahí que al jugo de naranja se le otorgan propiedades de estimulante mañanero.
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Bajando aún más en la escala de los cálidos, el amarillo estimula los receptores de la alegría e invita a comer, y pues claro, ¿qué da más felicidad que disfrutar una buena comida? El punto neutro sería el gris, ya que en vez de estimular, inhibe el apetito, ya que un alimento gris no presenta ningún atractivo al paladar.
Aunque si de estimular se trata, el verde encabeza la lista, su relación directa con la naturaleza indica algo saludable, siempre y cuando no sea carne, ahí sólo es una señal de alarma.
Controversias celestes
Cerrando con el pantone culinario, y siendo consciente de la falta de muchos colores, está una controversia interesante. El azul y el turquesa, misma base, pero diferente tonalidad. Mientras que el azul es un color prácticamente artificial en la comida y se le considera el supresor del apetito por excelencia, a últimas fechas ha sido utilizado para atraer por su exotismo, particularmente en bebidas y postres.
Mientras que el turquesa acelera la inmersión en los alimentos, al evocar las aguas cristalinas de algunos mares. Color poco utilizado en alimentos, pero amplio favorito para platos, ya sea sólo en pequeños detalles o en toda la superficie.
Claramente hay una infinidad de colores y tonalidades que se pueden encontrar y crear en los alimentos, y la reacción es diferente entre los individuos. Pero el interés de todo esto, va más allá del color per se, sino en el cómo algo tan cotidiano, que no nos detenemos a analizar, puede despertarnos tanto, mentalmente hablando.
Si tuviéramos que encontrar una moraleja a esta nota, yo diría que es el gran valor de los pequeños detalles. Por muy cotidiano que sea, su impacto puede ser muy grande.
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