¿Habrá personas con alguna discapacidad dentro del medio gastronómico? La respuesta a esto es sí, como sabemos una de las características principales en este ámbito es la utilización de los sentidos pero ¿qué pasa cuando uno de ellos falla y el deseo de profesionalizarse en esta materia es uno de los sueños? Para lograrlo existe una fundación que ha hecho una labor extraordinaria y ha impactado en la vida de muchas personas, con ustedes: Ojos Que Sienten. Este proyecto inició en el año 2006 gracias a la visión de la fotógrafa Gina Badenoch quien decidió, en principio, enseñar a las personas con discapacidad visual a tomar fotografías, hoy, es una organización reconocida a nivel internacional por la labor altruista que llevan a cabo al abrir una ventana de amplias posibilidades a estas personas con el objetivo de romper los paradigmas junto con los estigmas acerca de este sector poblacional, además ha sido galardonada ya con numerosos premios.
Pioneros en las “Cenas y catas en la oscuridad», que son experiencias culinarias que se viven en plena oscuridad -se elimina el sentido de la vista- para que los comensales disfruten los platillos y bebidas con los sentidos restantes, Ojos que Sienten ha ayudado a que una gran cantidad de personas con discapacidad visual se capaciten para enfrentarse a un escenario real en el mundo laboral. Hoy, en colaboración con la Asociación de Sommeliers Mexicanos, presentan un nuevo proyectos: “Los primeros sommeliers con discapacidad visual”, buscando la inclusión laboral de este sector en particular.
Tuve la fortuna de entrevistar al coordinador de esta maravillosa aventura, José Manuel Pacheco, y a una de las estudiantes becadas, Naivi Luis, para conocer de primera mano los detalles y la finalidad de este plan. Naivi me comentaba que las razones por las cuales entraba a este programa junto con sus compañeros Mariel Salas, Erasto Reyes y Héctor Martínez, era por el deseo de superación personal y una mejor calidad de vida, ya que una frase que manejan en Ojos Que Sienten es: “veo lo que tengo y no lo que me falta”; haciendo de este un lema casi impreso en el pecho, haciendo alusión a que tienen una falta, su capacidad visual, pero trabajan en los demás sentidos para desarrollar un paladar y nariz óptimos para el estudio gastronómico, en este caso, el del vino. Sin embargo, antes de ser seleccionados para este programa, pasaron por un proceso de selección ya que, en palabras de Naivi, «aquí todos pensamos que tenemos las mismas habilidades al no tener la vista, pensamos que todos podemos percibir aromas, escuchar, degustar bien, pero, no es así».
“Yo formo parte de las experiencias sensoriales que forman Ojos Que Sienten, soy guía en cenas en la oscuridad y en todo aquello que se pueda. Esto me lleva al contacto que hay con la gente, al contacto con los comensales, de ahí descubrí que me gusta el servicio. Hace un año, tomando un diplomado de la asociación, encuentro un módulo de vino y descubro que tengo potencial y dije ‘de aquí soy’”, mencionó Naivi Luis. Así, con la ayuda del sommelier Edwing Jaso, ellos adquieren -con técnicas de aprendizaje- diferentes conocimientos en los cuales requieren la vista, por ejemplo, la cuestión geográfica del vino, pare ubicar los lugares utilizan sus cuerpos para simular los países y localizar las regiones que necesitan reconocer; en cuanto a la detección de color en el vino, sí tienen a una persona -con el sentido de la vista- que les ayuda a reconocerlo y así realizar cata completa; la idea es lograr que aprendan la parte visual través de estímulos para desarrollar percepciones de su medio y así saber perfectamente lo que tienen frente a ellos, cabe mencionar que las clases no son particulares, ellos conviven con 26 personas más que tienen completos sus sentidos, por lo que el trabajo del sommelier Jaso es primordial en su formación.
Lo interesante de este diplomado, el cual tiene una duración de diez meses, son los beneficios a posteriori, pues uno de los objetivos principales es quitar ese velo de concepciones erróneas que existe en la sociedad con respecto a esta discapacidad, así me lo hizo saber Naivi: «es que la gente se coloque en ese otro lugar donde ya no hay etiquetas visuales, ni juicios, donde ya estás viendo a la persona, no a la etiqueta que muchas veces le ponemos a la sociedad, a la gente que nos rodea. Son distintas formas de vivir las cosas y a eso le apostamos con las catas, al trabajo de sommeliers».
El esfuerzo que está haciendo tanto la parte docente como los cuatro candidatos a convertirse en sommeliers con el programa Ojos que Sienten es de reconocerse, ya que en definitiva es un reto, es salir de la zona de confort de cada uno de los participantes, por lo que la experiencia resulta enriquecedora. «Me gusta mucho retarme a mí misma como persona, así como lo hice con la fotografía y vi que me salió bien, después de eso dije: ¿qué sigue? ¿qué más puedo hacer? Ahora, mi reto es ser sommelier, es pertenecer a la primera generación de sommeliers ciegos de Ojos que Sienten«, así lo mencionó Naivi cuando me contó el inicio de esta aventura, que aunque no sabe qué seguirá después de culminar el diplomado, sí tiene algo muy claro: «… debo enfrentarme al campo laboral, hacerlo bien y demostrar que nosotros podemos hacer muchas cosas, y así, de esta forma, abrirle la puerta a muchos compañeros».
La importancia de este proyecto va más allá de demostrar lo que las personas con discapacidad visual son capaces de hacer, es abrirle los ojos a quienes pueden ver, para que ambas realidades se combinen y logren un mundo en el que las oportunidades así como la igualdad no se delimiten por los sentidos.
**Para ayudar a hacer estos sueños realidad, apóyalos con una aportación monetaria en: https://bit.ly/2K6fAWM**
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Por: Shalom Castillo y María Elizalde
Fotografías cortesía
