Chère Karla:
Desde luego que los manteles largos, puestos para las celebraciones, están presentes en todos los hogares mexicanos. Y qué mejor ocasión de brindar, celebrar, conmemorar, que la gesta de la Independencia. Y escuchando los sones de los mariachis, lanzando cohetes al aire, leyendo a López Velarde, gozando la vista con las luces de colores de los toritos, impactados por ello, todas y todos al unísono gritar: ¡Viva México! Y si el ardor patrio surge más fuerte, entonces a bailar el jarabe tapatío. Como las florituras y las vueltas, los zapateados y los giros traerán consigo algo de cansancio, entonces, a respirar profundo, tomar aire, y prepararse para lo bueno: ya sentados a la mesa el molcajete deberá estar con un guacamole adornado con unas rebanaditas de queso Cotija y a los lados, unos chilitos de árbol bien tatemados.
Y para el lujo del guateque, sacar la vajilla de barro, porque estos platillos lo merecen: La sopa de flor de calabaza echando vapor, al saborearla, estará contenta -y más nosotros- de darnos ese placer. Como en el rancho dicen que en gustos se rompen géneros, habrá una olla en donde florezca una crema de frijoles negros con sus hojas de epazote.
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Para no perder el ánimo y no salirse de lo grande que es nuestra cocina mexicana, en una cazuela unos chilaquiles rojos estarán más que listos. En las jarras habrá un agua de Jamaica y un agua de limón. Eso que ni qué: el comal nos surtirá de unas tortillas, de esas que hasta queman de gusto las manos y si son de maíz morado, qué mejor. Y, como una reserva bien pensada, que en el brasero estén unas enchiladas rojas, que, en nuestros festejos tricolores, nunca deben de faltar. Y, el mariachi no deberá de dejarnos a solas, no, que retumbe en las paredes de la casa el grato sonido de las trompetas, los bajos, las guitarras y la voz de Negrete o de Juanga o de la Tariacuri. Sí, este acontecimiento nacional es una fiesta de buenos recuerdos. También pueden estar en la cazuela unos frijoles refritos, que, para no hacerles desaire, y cuando el hambre apriete, llevarlos a la boca en unos tacos con una salsa mexicana, que nos harán gritar otra vez el: ¡Viva México!
Y desde la ventana ver ondear el lábaro patrio, y admirar sus colores, su águila, su nopal, y ver cómo el viento lo acaricia y saber que ese lienzo representa todos los valores de la patria. Y como el café de la olla dirá que cuándo estará en el jarrito, pues, para no desairarlo, servirlo y darle todos los tragos posibles -con un piquete, al gusto. Y luego, en los postres, recordar las gestas heroicas de las mujeres y los hombres que nos dieron esta patria. Y en su honor, que no falten, el arroz con leche, el zapote negro con el licor de naranja, tunas cardonas, el rompope o una mermelada de durazno o de higo, y cada uno de la familia, si lo desea, que escoja el que le parezca mejor, pero como la ocasión es propicia, la jefa de la fiesta se puede hacer de la vista gorda y permitir que pruebe todos los postres. Día libre. La paz debe reinar.
Carlos Bracho
Profesor Ad honorem por la UNACH
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