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Lunada mágica en el corazón de México

Rodrigo Contreras
Rodrigo Contreras
Gastrónomo y escritor apasionado por la divulgación gastronómica. Graduado de la Universidad del Claustro de Sor Juana, busca explorar la intersección entre el arte y la comida. Su filosofía es comer por conocimiento, desvelando los secretos culinarios del mundo y valorando la historia detrás de cada plato.

¿Cómo sería una noche perfecta para ti? Para mí es muy sencillo, solo se necesita buena comida, bebida, música y vista. 

Imagínate poder cenar tus platos favoritos a la luz de la luna, con tus rolas favoritas y que ante ti se alce un paisaje único y especial. ¿Qué más podrías pedir?

Mi noche perfecta

Bueno, al menos esa es la noche ideal para mí, y ya se que nadie me lo pidió, pero igual te voy a contar los detalles, porque quiero y porque seguro al final a ti también se te va a antojar.

Si bien es cierto que no tengo una comida favorita –porque, comelón como soy, a me gusta de todo–, lo que más disfruto en la mesa es la sorpresa; encontrar nuevos sabores, aromas y texturas; que se sirvan platillos que nunca antes había probado. De pronto unas tostaditas de atún sellado con un toque de kimchi que le da una ligera y deliciosa acidez, tal vez una lengua con un toque mexicano como mole de olla, seguido de un chocolatoso brownie con hongos silvestres y helado de huitlacoche para finalizar.

¿Y para beber? Ya se que he dicho que lo mío es el mezcal, pero la noche perfecta, para mí, va con una -o varias- copa de vino, que maride bien con el menú de la velada, resaltando los aromas y sabores. Una copa de sauvignon blanc, seguida de un rosado de grenache para finalizar con un blend tinto con 18 meses de crianza.

Foto por Rodrigo Contreras

Y por supuesto, el ambiente, con música de fondo, que te mantenga despierto pero sin cantar, porque estamos cenando, y bien dice el dicho: “El que come y canta, loco se levanta”. Y de ser posible, todo en una hermosa terraza, cómoda y con vista a un bello paisaje natural, o por qué no, a uno urbano, lleno de historia y tradición, con edificios imponentes y muchas luces…

Así sería mi noche perfecta, y ya se lo que estás pensando, estoy pidiendo demasiado ¿no?… ¿Y si te dijera que todo esto es posible?

Sueños que se hacen realidad

Resulta que, tan específica y detallada como es mi noche ideal, es tan fácil hacerla realidad como visitar el delicioso restaurante El Balcón del Zócalo. Aún si no lo conoces, ya con el puro nombre queda claro que la vista debe ser espectacular, y a decir verdad, no decepciona.

Y resulta que, además de una vista privilegiada, este restaurante ofrece también algunos de los platillos más deliciosos que he probado. Y por si fuera poco, el chef Pepe Salinas y su equipo se han ocupado de diseñar increíbles menús de temporada, que son mucho más que platos lanzados al azar. De hecho, cada uno de los elementos de este menú ha sido seleccionado a través de un meticuloso proceso de investigación y desarrollo para lograr ese juego de sabores, aromas y texturas que realmente sorprenden.

Esta temporada, por ejemplo, además de la lengua con mole de olla y los otros platos de mi cena especial, el menú incluye una oblea de aguacate y pistache, un foie gras con avellana crujiente y espuma de miel melipona, un pipián rojo con polvo de poblano, un tupinambo nixtamalizado con mole de flor de cempasúchil, un pescado con lima y una pavlova de zapote.

Tupinambo nixtamalizado. Cortesía de Balcón del Zócalo

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Vinos de luna

Y si hablamos de una noche perfecta, con cena a la luz de la luna, qué mejor como maridaje que los vinos de Casa Luna, que no solo van de lujo por el nombre, sino por su calidad de sabores y aromas.

Traídos desde el Valle de Guadalupe, esta variedad de cinco vinos -sauvignon blanc, grenache blanc, grenache rosado, Padre e Hijo y Reserva- destaca por su concepto fresco y familiar, que los vuelve perfectos para cualquier ocasión, dejando de lado lo pretencioso pero manteniéndose elegantes y acertados.

En particular, mi favorito es el Padre e Hijo, que está compuesto por una mezcla de cabernet sauvignon y nebbiolo, no solo por sus notas ligeramente ácidas con un retrogusto amargo que recuerda al cacao, sino por lo que se oculta detrás de la etiqueta, que relaciona la creación del vino con la relación de un padre y su hijo, quienes al mismo tiempo son los responsables de la existencia de Casa Luna.

Cortesía de Casa Luna

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De cualquier modo, si lo tuyo son los blancos, el grenache blanc, con su perfil floral y cítrico, puede ser la opción perfecta, mientras que el rosado sorprende como uno de los más ricos por su buen cuerpo y sus notas de frutos rojos que lo vuelven mucho más versátil de lo que aparenta.

Si tú también quieres vivir una noche perfecta como la mía -o cambiarla un poco con los platillos de la carta- no te pierdas la oportunidad de ir al Balcón del Zócalo a disfrutar del menú de temporada acompañado de un vino de Casa Luna. Visita el Instagram del restaurante y de la casa vinícola para estar al pendiente de los nuevos menús y actualizaciones.

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