Chère Karla:
Yo me crie en Colotlán, Jalisco. Tierra caliente. Tierra de alacranes -los hay de dos patas. Sólo voy a nombrar a Victoriano Huerta. Tierra de campesinos. Gente de trabajo. En esos lares la familia estuvo hasta que yo cursaba el cuarto año de la primaria. La maestra, y por desgracia no recuerdo su nombre, era una mujer a la que yo la veía como si fuera una tía mía. Era muy amable. Muy atenta. Estaba siempre al pendiente de lo que nos pudiera pasar. Le cantábamos al petróleo, a la tierra, a la bandera. Y un recuerdo imborrable, y que todavía cumplo con él, fue cuando en una mañana la maestra nos dijo que para hacer bien el bolo alimenticio deberíamos de masticar cuarenta veces un bocado. Imagínate, chère Karla, yo dándole cuarenta masticadas a una capirotada, a una ensalada de nopales, al molcajete con guacamole y queso y chiles toreados. Cuarenta Punto. Estoy hablando de muchos años atrás, de historia. En la cocina no había licuadora, ni refrigerador ni estufa de gas. Un brasero y el comal eran los implementos usados para cocer y calentar los alimentos.

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Yo me levantaba a las cinco de la mañana, recogía el nixtamal y lo llevaba al molino que estaba situado en contra esquina de la vivienda nuestra. Recibida la masa del molino, y el brasero estando a punto con el comal, recibía la primera tortilla, al sacarla del comal, de premio me correspondía a mí. Le ponía unos granos de sal y me hacía un burrito cuyo sabor lo tengo todavía en el paladar. Y para qué te cuento, chère Karla, sólo de ver la cazuela con los frijoles refritos, yo ya los había comido. Y las verdolagas con chile de árbol, tomate, cebolla y carne de cerdo. Y el platillo de quelites: con salsa verde, chile verde, tomates, cebolla, ajo, carne de res, permanecía el bocado todo el tiempo que fuera necesario hasta cumplir con la cuarenta masticadas que la maestra de Colotlán nos había recomendado. Además de hacer bien a la salud el tener un bocado delicioso todo ese tiempo, el sabor se aprecia mucho más, se goza. Gracias, maestra… Con este recuerdo le rindo un homenaje a las maestras de México. Ojalá, el día de hoy, sigan recomendando las cuarenta masticadas.

A mi padre lo asignaron para trabajar en Guadalajara, justo cuando él recibía la orden del desplazamiento, llegaron a Colotlán las estufas de petróleo. Fue un adelanto y una ayuda enorme. A mí me tocaba llenar el envase de vidrio con petróleo. Y también llenar la pila con agua del pozo. El premio: en el molcajete se habían machacado finamente un manojo de ajos. Partíamos un jitomate grande y a cada rebanada la untábamos con el ajo. Mi madre se ha ido, pero cada que hago esta delicia viene el recuerdo grande. También rindo homenaje a las madres de México. Se merecen no un día, sino todos.

Y como la vida sigue y hay que comer. Sin olvidarlas. Vamos a preparar en su día algo que le gustaba mucho: Fideo con almejas: (Papas, fideos, almejas, jitomates, cebolla, pimentón, perejil, ajo) Sardinas al horno. (Sardinas, aceite de oliva, pan rallado, limón, ajo)
En fin, en esta época de violencia, conservemos en nuestro hogar, la paz, la felicidad, la salud.
Les mando un abrazo fuerte
Carlos Bracho
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