Por Frida Medina

La extrañamos pero regresamos a ella, como una nostálgica amiga con la que te sientas a tomar unos martinis una tarde casual. Regresamos al corazón de Polanco, donde La Buena Barra nos abre nuevamente sus puertas, en esta ocasión para presentarnos una sinfonía de mixología creativa y algunos clásicos platillos regios.


Entre matices oscuros y lámparas de olla de cobre, de frente a su brillante barra, nos encontramos sentados listos para vivir una vez más, la experiencia inmersiva de este lugar, pero en esta ocasión con la idea de conocer más allá de su creativa coctelería, complementada con sus placenteros platillos.

Mixología o arte

Para aquellos amantes de la coctelería innovadora, es el lugar indicado, para todos los gustos hay alternativas. Desde la coctelería clásica o sin alcohol, hasta sus diversas creaciones, donde no solo interactúan con los ingredientes, sino además con la cristalería artística y dinámica. Cuenta con elecciones para los amantes de los destilados nacionales con opciones como “Olaf«, mezcal joven espadín con jugo de piña y maracuyá, que se sirve literalmente en un cuerno escarchado y acompañado de piña tatemada, cítricos y tocineta frita, que te hacen sentir como todo un rey vikingo; Naughty Kombucha es una infusión de mezcal y kombucha de jengibre con manzana, jugo de piña tatemada y limón, el cual se sirve en una curiosa cantimplora de vidrio; Tipsy Parrot, cóctel que sirven en una linda copa de pajarito con una colita de espiga de trigo que combina tequila cristalino, licor de hierbas, jugo de piña y maracuyá, además, se decora con dulces de huevitos de chocolate; para los valientes está el cóctel “Scorpio” que es servido en una especie de probeta, el cual integra tequila, vinagre balsámico y piña fermentada, decorado con un alacrán Oaxaqueño y algunos dulces mexicanos.


En cuanto a los paladares internacionales, hay opciones como: “Mind Blower«: ginebra con jugo de betabel, cítricos y piña, licor de saúco, agua mineral y angostura, el cual se sirve en una copa de cráneo como una idea gótica; juguetón es el cóctel Octopus Hug, una mezcla de ginebra con curaçao, arándano y burbuja cítrica, por si fuera poco, se decora con una paleta azul y frambuesa criogenizada; “Fugu” es ron especiado con cítricos, toque de maracuyá en una copa con forma de pez globo, incluso es acompañado por un libro “Make a wish with a drink” donde cada amante de este coctel ha escrito su mayor ilusión; “Hugo” es una bebida con licor de saúco, hierbabuena, agua mineral, prosecco y decorado con un twist de naranja marcado con su logo. Por otro lado, tienen al clásico carajillo con nuevos giros con Baileys o con helado de vainilla, por mencionar algunos.

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Cocina con presencia

El lugar cuenta con alternativas para gustos carnívoros -incluso con certificación de carne Kobeo marítimos, todo con ingredientes de calidad.
Los detalles lo dicen todo. La experiencia gastronómica inició con una cortesía de consomé en un tierno pocillito. Posteriormente, se degustó un estelar taco de jaiba de concha suave, adobada y frita, sobre una cama de perejil crujiente en una tortilla de maíz y como toque especial, tres aderezos a base de mayonesa -chiles secos; tatemada con cacahuate y serrano; y zanahoria con habanero-. La recomendación del chef es revolver los aderezos en el taco para así gozar de una sensación completa, con textura crujiente y sabor cítrico.


En el siguiente tiempo, nos ofrecieron taco crujiente de Short Ribs desmenuzado, junto con una ligera salsa tlaquepaque de morita y frijoles con veneno. Al juntar los elementos y darle el primer mordisco, puedes percibir lo jugoso de la carne y lo untuoso de los frijoles.
El siguiente nivel es un espectáculo. Se trata de una caña de filete magra de 600 gramos con mantequilla de foie gras sobre una placa de sal del himalaya, que es flameada frente al comensal con mezcal. Este proceso le otorga un sabor sutil a ahumado que resalta al paladar, e incluso con una suave textura. A su vez, llegó de la mano una tabla con verduras selladas a la parrilla, de alcachofa, coliflor, calabaza, zanahoria, arúgula, jitomate bola y betabel, con sus respectivos aderezos de chiles secos y alioli.


Se concluyó el menú con un dúo coqueto: un cheesecake de guayaba y un fondant de dulce de leche. El cheesecake de guayaba con compota y frutos rojos, es de sabor frutal natural y una textura cremosa, apto para limpiar el paladar. Por otra parte, el fondant tiene una capa delgada que encapsula una explosión líquida del dulce de leche, lo acompaña de la mano una crema de avellana criogenizada al momento y se contrasta el postre con una perfumada bola de helado de cardamomo. Ambas son un buen cierre de la travesía.

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Sin lugar a duda, La Buena Barra nos continúa brindando una experiencia de sabores y arte en las alturas. Agradable, ideal para visitar con amigos, familia o socios de trabajo. En definitiva, sus atractivos van desde la presentación hasta sus sabores en cada bocado o sorbo.

¿Dónde?

Esq, Aristóteles 124, Polanco IV Secc, Miguel Hidalgo, 11560 Ciudad de México, CDMX

Reservaciones: 55 5280 6699

IG: @labuenabarramx
FB: @LaBuenaBarraMX

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